Esta semana se ha cumplido diez años de la apertura del Centro de Torturas de Guantánamo. En realidad su eufemístico nombre responde a Centro de detención. Un campo de concentración donde EEUU encerró a todo aquél sospechoso que le vino en gana, producto de su guerra contra el terrorismo.
Desde el 11 de septiembre de 2001 hemos visto como los derechos humanos han sido vulnerados con el mayor de los descaros. No quiere decir que antes no se hiciera (para ejemplos, Palestina y el Sahara), pero al menos se procuraba que de cara a la opinión pública se “adornaran” todas estas vulneraciones.
Desde ese día no. El mayor de los descaros se ha adueñado de la realpolitik y muchos de los gobiernos que dicen exportar valores democráticos y de respeto de los derechos humanos, han alentado campos de concentración donde dejar en el limbo a combatientes de guerra para no aplicarles el convenio de Ginebra, cárceles secretas donde se secuestran ciudanos europeos que acaban torturados, prisiones como la de Abu Ghraib donde la tortura y la violación de los más elementales respetos al ser humano se quedaban fuera de sus puertas y asesinatos extrajudiciales que se justifican rápidamente etiquetando de terrorista al muerto, sin que haya habido posibilidad alguna de defensa o de demostrar su culpabilidad y extendiéndo rápidamente el estatus a los daños colaterales.
En lo que respecta a los derechos humanos Guantánamo no representa una década, sino un retroceso de medio siglo que nos costará recuperar muchos años, porque occidente, que siempre tuvo una altura moral en la que decía apoyarse la ha perdido para convertirse en aquello que dice combatir.
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