Revista Arte
Los conflictos sociales que se generaron durante la Segunda República española culminaron por entonces en algunos desgraciados incidentes artísticos, como los prendimientos de fuego que se llegaron a producir en algunos templos religiosos del país. En Sevilla, durante el difícil año de 1932, se quemó por completo la antigua iglesia de San Julián. En el incendio se perdió el Retablo Mayor, del siglo XVII; varias tablas del extraordinario pintor del renacimiento sevillano Alejo Fernández (1475-1545); y se dañó además un poco una pintura sobre tabla, la Virgen de Gracia, del pintor sevillano del gótico final Juan Sánchez de Castro (siglo XV). Este autor fue realmente el iniciador de la gran Escuela Sevillana de Arte. Trabajó ya, por ejemplo, en el Alcázar sevillano durante el temprano año de 1478. A partir de él se desarrolla toda una forma de transmitir un estilo que ha durado casi quinientos años. Grandes y conocidos maestros fueron algunos; geniales y menos conocidos pintores otros.
En una línea cronológica continuamos con el ya mencionado y sorprendente Alejo Fernández. Al parecer su origen parecía ser alemán, aunque probablemente naciera en España. De este modo su estilo está muy influido por la pintura flamenca de entonces, finales del siglo XV y principios del XVI. Con su obra Anunciación este creador se presenta ya entre un estilo anterior gótico, su propio estilo, y una nueva tendencia que revolucionaría el Arte, el Renacimiento. Siguiendo con los pintores sevillanos del XVI, tenemos ahora a Luis de Vargas (1505-1567), original de Sevilla aunque formado en Italia en el entorno del gran Rafael. Sus creaciones influyen en las nuevas maneras de pintar que se consolidarían en la primera mitad del gran siglo mercantil y explorador sevillano, cuando las carabelas comenzaban a surcar el Guadalquivir camino del Nuevo Mundo.
Después, en pleno inicio de la edad dorada española, surge un pintor plenamente renacentista, Alonso Vázquez. Aunque nacido en Ronda (Málaga) en 1564, sin embargo creó muchas obras en Sevilla a finales del siglo XVI. Luego, al terminar su vida, marchó a Méjico, en donde murió en 1608. Su original y grandiosa forma de pintar sería precursora ya incluso para los orientalistas románticos del siglo XIX. Poco después un genio de los que nacen pocos en el mundo surge de pronto en Sevilla: Francisco de Zurbarán (1598-1664). Nacido en Badajoz, entonces parte del reino de Sevilla, realiza grandes obras para la Iglesia de entonces. Es un especial creador y gran maestro que ha llevado el arte español y sevillano a las más altas cotas de genialidad del barroco en su período inicial.
Pintores desconocidos son aquellos que no han sido originales, no han proliferado mucho o sus obras han sido absorbidas por el tiempo y sus tendencias. Uno de ellos fue Sebastián de Llanos Valdés (1605-1677). Desarrolló toda su obra en Sevilla, en donde al parecer nació. De un estilo tenebrista y correcto, estuvo a la sombra contemporánea de otros autores sevillanos de mayor envergadura, lo que le impidió llegar a ser relevante. Pero esta es una de las curiosidades del Arte. Si se nace o se crea en un tiempo en donde otro creador hace lo mismo y mejor, la injusticia artística sobrevuela por doquier y el desconocimiento brilla más que la riqueza de unas obras.
El gran Murillo (1617-1682) es una figura fundamental de la escuela sevillana. Aquí destaco una obra no muy conocida de él. Fue un pintor al que los críticos han encorsetado demasiado en la pintura religiosa. Pero él creó mucho más que eso. Gran parte de su creación artística no religiosa se encuentra fuera de España, seleccionada por manos poco honestas para adornar paredes o muros de grandes salones y museos de Europa y América. Sin Murillo la pintura sevillana no hubiese alcanzado la importancia que tiene.
Lucas Valdés (1661-1725), hijo del gran pintor sevillano Valdés Leal, es otro desconocido. En esta muestra he preferido sin embargo destacar sólo al hijo por desconocido injustamente. Siempre los genios han tapado, acomplejando, a sus descendientes. No era el caso entonces. En los años antiguos no sucedían estas odiosas comparaciones. Supongo que porque los creadores aún no habían llegado a creerse dioses. Pero además porque la virtud era más que una palabra manida, y los padres se enorgullecían de que sus hijos pudieran saber lo que ellos, y aun más. Siguiendo a los desconocidos de entonces, un autor sevillano de principios del siglo ilustrado XVIII, Bernardo Lorente Germán (1680-1759). En 1730, durante su período en la capital de España, retrata al tercer hijo varón del gran rey español Felipe V. Este pintor fue un seguidor de la escuela de Murillo, pero pronto se dejaría seducir por las nuevas formas de plasmar el Arte en este nuevo siglo que cambiaría todo lo anterior.
Otro pintor sevillano del siglo de las Luces, el XVIII, fue Domingo Martínez (1688-1749). Este, sin embargo, fue un creador más fiel al barroco final español más significativo de su época, primera mitad de este siglo ilustrado. Grandes obras que realzaban la magnificencia de un pueblo dado al lujo, al recargamiento, al adorno más dorado y poderoso. Es el período de vuelta al esplendor perdido casi un siglo antes. Ahora se señala y se busca demostrar un nuevo poderío imperial que el longevo y decidido rey Felipe V trajese de nuevo al antaño y anciano imperio español.
Ahora ya pasamos al siguiente siglo, siglo que quizás más pintores sevillanos posiblemente haya dado al Arte. El siglo XIX fue en España y en Sevilla muy prolífico, creativo, original y desconocido a veces. Empezamos con el pintor Antonio María de Esquivel (1806-1857), nacido en Sevilla. Aunque sometido al influjo romántico europeo, tuvo en Murillo a un maestro del que se valió para expresarlo así en sus obras. A pesar de iniciar su actividad en su ciudad natal acabó sus días en Madrid, en donde consiguió darse a conocer un poco más quizás. Fue un extraordinario pintor que supo combinar la fuerza del romanticismo poderoso entonces con las sutiles técnicas antiguas de su escuela natal.
Luego, más pintores de este siglo, creadores sevillanos que trataron de reflejar el paisaje con la tendencia propia del momento. Que trataron de llegar a expresar lo que era ya una tendencia impresionista con los propios rasgos de la famosa escuela a la que sus maestros pertenecieron antes. Una muestra aquí de pintores desconocidos unos, y conocidos algo más otros. Como Manuel Barrón y Carrillo (1814-1884), gran paisajista romántico andaluz. Como José Jiménez Aranda (1837-1903), de familia de pintores ilustres, influido ya más por las tendencias que venían de fuera que por las autóctonas de sus contemporáneos andaluces. Sin embargo supo equilibrar la técnica europea con la fuerza andaluza de sus ancestros. Le sigue José García Ramos (1852-1912), un creador propiamente regional. Con él se inicia una forma local y costumbrista de pintar ahora lo andaluz, lo sevillano.
Más tarde, pero muy seguido, otro autor regionalista, sevillano, pero paisajista y universal a la vez. Emilio Sánchez-Perrier (1855-1907) fue un naturalista, un autor que expresaba así la realidad más feroz. Esta tendencia fue parte de la época que le tocó vivir, finales del siglo diecinueve. Otro pintor destacable, no muy conocido, aunque quizá algo más por la peculiaridad de su temática regional, fue el sevillano Gonzalo Bilbao Martínez (1860-1938). Sus obras de las cigarreras han pasado a la historia del Arte más de lo que él posiblemente pudiera entonces sospechar. Sus cuadros de la Fábrica de Tabacos sevillana, recreada ya en la obra de Bizet, son extraordinarias muestras de un cierto impresionismo sevillano, más universal aún.
Por último, tres pintores desconocidos sevillanos que merecen más reconocimiento. Rafael Senet (1856-1926), un paisajista, clasicista y orientalista delicado, universal, exquisito, deslumbrante y desconocido. Otro fue José Arpa Perea (1858-1952), longevo pintor sevillano, paisajista original, detallista y colorista. Muy conocido sin embargo más fuera que dentro de España. Finalmente un creador que, aunque nacido en Gibraltar, desarrolló parte de su vida en Sevilla, en donde pintó sus calles, sus costumbres y su paisaje. De un impresionismo propio a veces, con tendencias andaluza y española, Gustavo Bacarisas y Podestá (1873-1971) fue además un autor universal gracias a su nacionalidad británica y a sus viajes por toda Europa. Al final de su vida regresó a la ciudad que más le marcara en su trayectoria. En ella quiso acabar sus coloridos, vibrantes y marcados estilos, estilos de una tendencia que surgió muchos años antes, cuando la ciudad soleada y mágica del sur de España comenzara a sentir ya entonces que el Arte de pintar era para ella algo más que seguir una tendencia artística o una forma de decorar un altar, era además toda una manera de vivir y de creer en lo que hacía.
(Óleo del pintor Alonso Vázquez, San Pedro Nolasco redimiendo cautivos, 1601, barroco; Cuadro del pintor Gonzalo Bilbao, Interior de la Fábrica de Tabacos, boceto, 1911, modernismo; Grabado con parte de la pintura sobre tabla Virgen de Gracia, del pintor Juan Sánchez de Castro, siglo XV, originalmente situada en la iglesia de San Julián de Sevilla, trasladada en 1932 a la Catedral de Sevilla, gótico tardío; Óleo del pintor Lucas Valdés, Retrato milagroso de San Francisco de Paula, 1710, barroco tardío; Fotografía de la iglesia de San Julián de Sevilla totalmente destruida, 1937; Cuadro del pintor sevillano Alejo Fernández, Anunciación, 1508, gótico-renacentista; Obras del gran Francisco de Zurbarán, Visita de San Bruno a Urbano II, 1655, y San Hugo en el refectorio, 1655, pleno barroco sevillano; Óleo del pintor Sebastián de Llanos Valdés, San Jerónimo penitente en su estudio, 1669, barroco; Cuadro del gran pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, San Jerónimo penitente, 1665, barroco; Gran obra del pintor Luis de Vargas, Prendimiento de Cristo, 1562, renacimiento manierista andaluz; Gran obra del pintor Domingo Martínez, Carro de la Común Alegría, 1748, barroco tardío; Óleo del pintor Bernardo Lorente Germán, Retrato del infante Felipe, 1730, barroco tardío; Cuadro del pintor Antonio María de Esquivel, Retrato de niño con caballo de cartón, 1851. romanticismo; Cuadro del pintor sevillano Manuel Barrón, La cueva del gato, 1860, romanticismo; Óleo del pintor Emilio Sánchez-Perrier, Triana, 1889, realismo; Cuadro del pintor sevillano José García Ramos, Malvaloca, 1912, modernismo andaluz; Óleo de José Jiménez Aranda, Retrato de Irene Jiménez, 1889, realismo; Cuadro del pintor José Arpa, Chumberas en flor, 1890, paisajismo; Óleo del pintor sevillano Rafael Senet, Canal de Venecia, 1885, clasicismo; Magnífico cuadro del pintor Gustavo Bacarisas, Plaza de San Pedro de Roma, 1955, modernismo; Óleo del pintor Gonzalo Bilbao, Las Cigarreras, 1915, modernismo; Todas estas obras ubicadas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, salvo la indicada en otro lugar.)
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