Revista Salud y Bienestar

"Una esperanza de vida" de Ramón L. Morales. CAPITULO 3

Por Ana46 @AnaHid46


Un par de días después, cuando me tocó cita a consulta, mi esposa insistió en acompañarme y así ambos entramos al consultorio del doctor. Después de las preguntas de rutina, pasamos a nuestra intención principal.
—¿Y cómo te sientes? —Preguntó el galeno.
—Bien, sólo que hace unos días fui a donar sangre para un primo y me rechazaron diciendo que estaba muy bajo de hemoglobina.
—Bien —el hombre se levantó y se acercó a mí para darme unas instrucciones; mostrándome su mano derecha me pidió que la cerrara y apretara fuertemente y que después la abriera, así lo hice mientras él observaba mis palmas, después me revisó las uñas apretándolas con sus dedos.
—Así es, andas bajo de hemoglobina —concluyó el médico.
—¿Y eso para qué es? —Cuestioné con referencia a lo que me había pedido hacer anteriormente.
—Mira —me mostró su puño e hizo el mismo ejercicio que yo, comparamos nuestras palmas después y se observó que en la suya, al abrir los dedos, el color rosado se perdía pero rápidamente regresaba a su lugar; era la sangre agolpándose a donde pertenecía. Al ver mi mano observamos como casi no había matiz rosado y que era muy poca la coloración que tomaba al abrir mi puño. En las uñas pasaba lo mismo; no parecía haber pigmentación rosada una vez que el doctor dejaba de presionarlas. Yo seguía viéndome las manos mientras el doctor hablaba de mandarme a hacer unos análisis de sangre para ver qué resultados obteníamos y saber qué hacer.
—¿Y esto será preocupante, doctor? —Preguntó mi esposa.
—No hay que adelantar nada, ya viendo los resultados sabremos cómo proceder.

Salimos de la consulta y fuimos a que nos dieran vigencia para los análisis, y posteriormente nos dirigimos a la clínica donde me sacarían la sangre para hacer cita.
Para no alargar más la historia, un par de días después ya tenía los resultados en las manos. Los números no me decían nada, yo desconocía todo esto pero mi mujer, cuya madre es enfermera, sí tenía entendimiento de los mismos; ella me dijo que efectivamente me encontraba algo mal: mi hemoglobina era de 7.9 debiendo de ser mayor a 12 para una persona de mi talla y estatura. Insistí en que no era nada importante; caminaba y comía normalmente, podía hacer todas las actividades que comúnmente desempeñaba, sólo que la fatiga, quisiera aceptarlo o no, poco a poco era mayor.

Al ver los resultados, mi madre se preocupó. Les sacó copia para mostrárselos a una doctora amiga suya mientras yo se los presentaba a mi médico familiar el día de la cita. El doctor no mostró ninguna emoción, sólo se limitó a decirme que me pasaría a medicina interna del Centro Médico para que vieran por qué estaba perdiendo sangre y por cuál vía se realizaba.
Salí del consultorio y mi mamá ya me esperaba con la doctora a la que le había mostrado la copia con mis exámenes. Después de hablar de lo dicho por mi médico y mi pase al hospital, la doctora pidió hablar conmigo y mi esposa por lo que salimos al estacionamiento de la clínica para hablar más en confidencia.
—A ver, muchachito —me regañó amablemente—, aquí vamos a hablar las cosas muy claramente: tu falta de hemoglobina es algo muy serio y que no debe tomarse a la ligera. Tu mamá me dice que tú como que no tienes mucho ánimo de ir con tu médico a consulta, a que te hagan un chequeo, pero esto —refiriéndose a mi pase a medicina interna— ya es un paso muy importante. Te recomiendo encarecidamente que no lo vayas a dejar de lado, que te atiendas correctamente y hagas lo que te indiquen. Nuevamente te digo: No vayas a tomar esto a la ligera y no vayas a abandonar el tratamiento que te prescriban.
—Pero yo no me siento mal —repliqué—; no me duele nada ni me siento diferente.
—Mira, el que estés asintomático no indica gran cosa, lo importante son los resultados y éstos indican que estás muy bajo de hemoglobina y que debes atenderte.
—Bueno —me encogí de hombros algo molesto porque realmente nadie parecía decirme lo que me pasaba, aparte de que no veía motivo alguno para tanto examen a pesar de los resultados de los análisis—, y esto ¿a qué se debe?
—Eso es lo que los doctores van a averiguar haciéndote exámenes más a fondo, para poder encontrar el centro de tu problema.
—Pero no me siento mal —sonreí tímidamente, como queriendo refutar cualquier suposición.
—Mira, muchachito, escúchame bien: tu falta de sangre es alarmante y si no te atiendes las consecuencias serían… muy graves —su rostro tornó a un gesto dramático.
—¿Sí es muy malo lo que puede tener? —Preguntó mi mamá, con semblante preocupado.
La doctora volteó a ver a mi madre y en tono muy serio respondió:
—Sí. Si él no se cuida y sigue pensando que lo que tiene se le va a quitar con el tiempo, está muy equivocado. Ya ves, muchachito —volvió su atención hacia mí—, no vayas a hacer desidia y atiéndete, no vayas a tener a tu madre hundida en la preocupación.

Después de la plática que nos dio la doctora, mi desasosiego comenzó a hacerse más grande.
“Ya no solamente tengo que preocuparme por la chamba, sino que ahora resulta que ando jodido de algo. ¡Fregado estoy!” —Renegaba para mí al regreso a casa.
Mi esposa me decía que no le había parecido cómo la doctora nos había hecho saber que yo podría tener algo grave, que lo dijo de forma muy exagerada y que más que otra cosa, sólo incrementaba la preocupación a quienes me rodeaban, especialmente a mi mamá, quien era la que estaba más alarmada por ésta situación la cual, al saber el nombre y las consecuencias de mi padecimiento, estaba a punto de empeorar.

https://www.facebook.com/pages/Una-esperanza-de-vida/140564576022832
Próximamente: Capítulo 4
Ana Hidalgo


Volver a la Portada de Logo Paperblog