Revista Arte
Cuando la corbeta María Pita abandonó el puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 nunca en toda la historia había sucedido que una travesía se hubiese originado para tratar de salvar miles y miles de vidas. Años antes el científico y médico inglés Edward Jenner (1749-1823) había descubierto que las ordeñadoras de vacas adquirían una variante leve de la viruela, y usando posteriormente esta leche vacuna con un niño infectado de viruela logró que no muriese.
La vacuna no llegó a España hasta 1800, consiguiendo en esos años que médicos observaran las enormes ventajas de la vacunación. El rey por entonces de España, Carlos IV, promovió y financió una expedición para llevarla a todo el inmenso imperio hispano de aquel comienzo de siglo XIX. Fue su médico personal, Francisco Javier Balmis (1753-1819) el hombre que convenció al monarca y organizó tal maravillosa y humanitaria gesta. Duró la expedición hasta 1814, once años durante los que Balmis recorrió miles y miles de kilómetros en todo el continente americano y el pacífico hasta llegar a Filipinas; hasta China incluso.
El problema en aquellos años era transportar la vacuna pero el doctor Balmis ideó algo insólito: inocularla a niños a los cuales, a lo largo de la travesía, se les iría traspasando la vacuna de unos a otros. Jamás se había realizado hazaña semejante, el propio descubridor de la vacuna, Edward Jenner, escribió: "No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que éste." Al llegar a Caracas fueron recibidos con agradecimiento y cariño. El poeta venezolano Andrés Bello (1781-1865) dejó escrito un canto a la gloria de la expedición y de su paladín Francisco Javier Balmis.
Fragmento de la Oda a la Vacuna, del poeta venezolano Andrés Bello:
Y a ti, Balmis, a ti que, abandonando
el clima patrio, vienes como genio
tutelar, de salud, sobre tus pasos,
una vital semilla difundiendo,
¿qué recompensa más preciosa y dulce
podemos darte? ¿Qué más digno premio
a tus nobles tareas que la tierna
aclamación de agradecidos pueblos
que a ti se precipitan? ¡Oh, cuál suena
en sus bocas tu nombre!... ¡Quiera el Cielo,
de cuyas gracias eres a los hombres
dispensador, cumplir tan justos ruegos;
tus años igualar a tantas vidas,
como a la Parca roban tus desvelos;
y sobre ti sus bienes derramando
con largueza, colmar nuestros deseos!(Imagen de Francisco Javier Balmis; de una Corbeta de la época; de Puerto Rico, primera parada de la Corbeta María Pita; mapa con la travesía americana, monumento a María Pita, que da nombre a la Corbeta, en una plaza de la ciudad de La Coruña, donde salió la expedición.)
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