Revista Arte

Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico

Por Artepoesia

Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico. Una expedición maldecida, la historia de la Comisión Científica del Pacífico.
Años después, casi cuarenta, de la pérdida de las posesiones americanas de Ultramar, la corona española -Isabel II- apostaría por una misión científico-cultural para estrechar las ya difíciles relaciones por entonces con las antiguas colonias emancipadas. Pero, a pesar de lo que pudiera parecer, la reina poco podría hacer frente a unos gobiernos veleidosos, cambiantes y seguros de sí mismos. Aunque el período liberal -bienio progresista- de 1854-1856 habría provocado esos posibles encuentros culturales, el nuevo gobierno fuerte de Leopoldo O'donell años después aprovecharía esos intentos para afianzar algo más que relaciones culturales. 
Así que, en junio de 1862, se nombraría una comisión de profesores de ciencias naturales para que acompañaran a una escuadra naval militar que marcharía al Pacífico. La comisión científica estaría compuesta por el marino gallego retirado y aficionado a los moluscos, Patricio Paz Membiela, cuya sordera no le impidió dirigir la Comisión, aunque su relación con la corona era de muy estrecha amistad; por el entomólogo y catedrático madrileño Fernando Amor; por el zoólogo y catedrático madrileño Francisco Martínez; por el zoólogo del Museo de Ciencias Naturales, el murciano Jiménez de la Espada; por el botánico del Museo de Ciencias, el catalán Juan Isern; por el antropólogo cubano Manuel Almagro; por el médico y disecador catalán Bartolomé Puig, y por el pintor, dibujante y fotógrafo madrileño Rafael Castro Ordóñez.
Salieron de Cádiz el 10 de agosto de 1862 a bordo de la fragata de la Armada española Triunfo. Junto a la fragata capitana Resolución, formarían ahora parte de la escuadra naval española que el gobierno aprovecharía para ejercer una influencia en la zona más política-económica que científica. Se dirigieron a Canarias primero, para luego pasar por las islas de Cabo Verde, las de San Vicente, hasta llegar a Bahía, en Brasil. De aquí llegaron a Río de Janeiro el 6 de octubre de 1862. Desde Uruguay fue a recogerles la goleta de la armada Covadonga, con lo que al regresar con ella pisarían por primera vez suelo hispanoamericano el 6 de diciembre en la bahía de Montevideo. Ya aquí, algunos expedicionarios se adentrarían en el interior del continente, y otros continuaron en la goleta hacia el estrecho de Magallanes. Ambos grupos se unirían finalmente en Chile, donde estuvieron radicados hasta mediados de 1863. 
A partir de entonces recorrieron toda la costa suramericana del Pacífico, hasta California incluso, para volver a las costas del Perú a mediados de 1864. Ya se encontraría la escuadra naval española, mandada por el almirante Pinzón -descendiente de los hermanos Pinzón del descubrimiento-, en estas costas peruanas cuando un incidente local alteraría gravemente el inestable equilibrio diplomático de la zona. Unos colonos vascos, que trabajaban en la hacienda de Talambo -propiedad de un rico peruano- se enfrentaron con otros peones del lugar, resultando muertos en la pelea dos personas, un español y un peruano. Los ánimos desde la independencia no se habrían llegado mucho a calmar, y los diplomáticos españoles -y un gobierno peruano recién salido de un golpe- no ayudaron a resolver un pequeño incidente, conflicto que acabaría ocasionando así una de las guerras más absurdas en las que España participase nunca.
Los expedicionarios ya tuvieron sus diferencias con los militares españoles de la escuadra a la que la comisión perteneciera. El responsable de ésta, Paz Membiela, regresaría a España en diciembre de 1863 por los duros encuentros con el mando naval. El entomólogo Amor enfermaría en mayo de 1863 en el desierto de Atacama, en Chile, y moriría en octubre de ese mismo año en San Francisco, EEUU. El botánico Isern contraería otra enfermedad infecciosa en el río Marañón en 1865, falleciendo en España meses después. En marzo de 1864 el conflicto con Perú llevaría al Jefe de la escuadra naval a disolver la expedición. Debían regresar a España cuanto antes. Pero, entonces, cuatro científicos se negaron a marchar. Martínez, Jiménez de la Espada, Almagro e Isern decidieron seguir su expedición, atravesando ahora transversalmente todo el continente sudamericano, desde Guayaquil -Ecuador- en el oeste, hasta Belén -Brasil- en el este. 
El pintor, grabador y fotógrafo Rafael Castro (1830-1865) se formaría en la prestigiosa Academia de Bellas Artes de San Fernando. Y hasta viajaría a París para aprender de uno de los pintores franceses -que utilizaría tanto el Romanticismo como el Neoclasicismo- que más influiría en los jóvenes artistas de mediados del siglo XIX, Léon Cogniet. Entre sus seguidores y discípulos, además de Castro, se encontraría nada menos que el gran pintor español Raimundo de Madrazo. Rafael Castro incluso buscaría el consejo de uno de los pioneros en fotografía exterior, el inglés Charles Clifford, entonces por España. Estos fotógrafos decimonónicos utilizarían ya el colodión húmedo, técnica que permitía un menor tiempo de exposición, aunque sus equipos de grandes placas de vidrio e instrumentos ópticos abigarrados obligarían ya a pesadas cargas durante las tomas de exterior.
Finalmente, la expedición científica al Pacífico al menos conseguiría importante información sobre la flora y la fauna americana, introduciría algunos animales americanos en España e incrementaría los fondos museísticos españoles con gran cantidad de datos naturales y culturales. Pero la realidad es que sólo pasaría a la historia marginalmente, sin ninguna gloria nacional ni científica. Jiménez de la Espada se empeñaría en continuar la expedición a partir de marzo de 1864, y esta iniciativa -llamada El gran viaje- le llevaría si acaso a conseguir un cierto prestigio entre la comunidad científica. La aventura no fue para menos, atravesarían el río Amazonas y las selvas peruanas y brasileñas hasta la desembocadura del gran río en el Atlántico. Escribiría años más tarde su obra Mamíferos del alto amazonas, y publicaría Especies desconocidas de la fauna neotropical.
El fotógrafo Castro Ordóñez regresaría a España en 1864, trayendo consigo 300 placas fotográficas y un gran número de bocetos e ilustraciones de Brasil, Chile, Bolivia, Perú y toda la costa pacífica hasta California. Mostraría también, como buen creador y artista, sus discrepancias con la comisión por dedicar ésta más esfuerzos a la inmensidad que a la intensidad de las cosas. No podría dedicar el tiempo que él consideraría necesario para profundizar en las costumbres y en los lugares impresionados. Al llegar él a España a principios de 1865 -los restantes expedicionarios llegarían a finales de ese año- las autoridades le darían la espalda, negándoles a partir de entonces cualquier retribución económica por su trabajo en la comisión. El 2 de diciembre de 1864 se dispararía en el corazón un tiro de revólver, falleciendo en el acto uno de los pioneros españoles de la fotografía en los reportajes de viajes.
La guerra del Pacífico, aquel enfrentamiento absurdo entre España y los países del Pacífico sudamericano, Perú y Chile, acabaría también hasta con el suicidio del Comandante general de la escuadra española, José Manuel Pareja. Éste se sentiría deshonrado por las fatídicas decisiones que tomó en un enfrentamiento naval con Chile, donde se perdería el Covadonga, cuando la flota de este país era bastante inferior a la española. Tan sólo la intervención del recién nombrado Comandante general Méndez Núñez trataría de recomponer el maltratado orgullo nacional y dejar en tablas, y salvado ya el honor de la marina española, el conflicto del Pacífico. Hasta en las islas de la Chicha -Chile-, en pleno conflicto bélico, la fragata Triunfo, aquella en la que los expedicionarios se embarcarían ilusionados rumbo a su aventura, sufriría un trágico accidente en noviembre de 1864, cuando un producto inflamable provocaría un incendio y ésta acabaría -como la expedición- perdiendose para siempre. 
(Fotografía de algunos de los expedicionarios españoles de la Comisión científica del Pacífico, 1862; Imagen de la cubierta de la fragata Triunfo, 1862; Autorretrato fotográfico de Rafael Castro Ordóñez, pintor y fotógrafo de la Comisión, 1862; Óleo del pintor francés Léon Cogniet, Autorretrato en su habitación en Villa Médicis, 1817, Museo de Cleveland, EEUU; Fotografía de los expedicionarios, 1862; Fotografías de Rafael Castro Ordóñez: Vista del acueducto de Río de Janeiro, 1862, Estación de Chañarcillo, Desierto de Atacama, Chile, 1862, Teatro Principal, Lima, Perú, 1862; Imagen fotográfica de los científicos de la Comisión, de izquierda a derecha: Juan Isern, Fernando Amor, Patricio Paz, Jiménez de la Espada, Francisco Martinez y Manuel Almagro; Imagen de la fragata de la Armada española Triunfo, 1862; Cuadro del pintor Castellón, Batalla Naval de Abtao -1866-, Chile, pintura de principios del siglo XX, Museo Naval de Madrid.)  


Volver a la Portada de Logo Paperblog