Recuerdo con cariño una anécdota que se me antoja graciosa.
En septiembre del 2001, mi amigo y compañero Óscar Vadillo y quien suscribe (o sea los Left Brothers) nos encontrábamos grabando nuestro disco en la ciudad condal. Muy cerca del estudio, en el barrio de Sants, había una pequeña cafetería con toda clase de desayunos.
“Póngame si es tan amable una catalana y un café” le indiqué amablemente al camarero. Éste me inquirió de muy malas pulgas si le estaba tomando el pelo: “¿Catalana? ¿Qué estamos de guasa?” - me contestó con un cerrado acento catalán- Fue en ese momento en el que caí en la cuenta que nos hallábamos en Barcelona, y allí cuando dices “una catalana” es como si dijéramos en Galicia una gallega, ustedes ya me entienden. El caso es que el camarero que estaba al lado se acercó y le indicó a su compañero que lo que yo quería era un “pan tumaca” con jamón y un poquito de ajo y aceite. El camarero catalán se puede decir que me miró con asco, como si me estuviera cargando su famoso "pan tumaca”. Mientras, el otro camarero me dirigió una sonrisa y me dijo por lo bajini: “Es que yo soy de Valderde de Leganés”. ¡Acabáramos! Por eso sabía aquel buen paisano lo que mi menda deseaba al decir eso de catalana.Pues a partir de ahora, les invito a poner de moda la extremeña. Con jamón o sin jamón, media o entera, con café o con cola Cao… pero extremeña, ¡Qué narices! Diríjanse al bar de toda la vida y exijan en voz alta y clara, con la cabeza bien alta: ¡A ver, cuando puedas…una extremeña y un café! ¡Estaría bueno!