UNA FAMILIA DE TOKIO
Título Original: Tokyo Kazoku Director: Yôji Yamada Guión: Yôji Yamada, Emiko Hiramatsu Fotografía: Masashi Chikamori Música: Joe Hisaishi Intérpretes: Isao Hashizume, Etsuko Ichihara, Tomoko Nakajima, Yu Aoi, Yui Natsukawa, Satoshi Tsumabuki, Bunta Sugawara, Masahiko Nishimura, Shigeru Muroi, Shozo Hayashiya Distribuidora: A Contracorriente Estreno: 22/11/2013
La recientemente galardonada con la espiga de oro en la pasada edición de la Seminci, la última película del consagrado director Yôji Yamada tiene, además, muchos otros alicientes que hacen de su propuesta de obligada visión. Presentada en el 63ª Festival de cine de Berlín junto a la remasterización digital de Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu, Una familia de Tokio supone un bello homenaje del aprendiz a su mentor, con doble celebración detrás: la del 60º aniversario de Cuentos de Tokio y la de 50 años de carrera de Yôji Yamada. Y es que la carrera de Ozu y Yamada ha estado muy ligada, pues ambos coincidieron en los legendarios estudios Shochiku, donde Yamada puedo aprender de primera mano el arte de contar historias del maestro Ozu.
Ahora, el aprendiz hecho ya maestro, presenta Una familia de Tokio como sólo él podría haberla hecho, con sumo respeto a la original pero aportando a su vez su sello y la visión moderna de un Tokio que ya poco se asemeja al de hace 60 años. En cambio, el mensaje universal que nos dejó Ozu sigue intacto, lo que hace de la película de Yamada un ejemplo a seguir a la hora de hacer remakes.
Yamada es un director prolífico, con 81 películas a sus espaldas, que se dio a conocer en Japón con la saga Tora-san, una de las series más longevas del mundo. El reconocimiento internacional le llegó a través de su “trilogía del samurái” formada por El Ocaso del Samurái, The Hidden Blade y Love & Honor; las cuales le supusieron participar en varios festivales como Berlín y hasta una nominación a los Oscar. Tras Kabei: nuestra madre y About her brother se le concedió la Berlinale Kamera por reconocimiento a su carrera. Este año también presentó su trabajo en Berlín, un festival que tiene especial cariño por Yamada.
Una familia de Tokio sigue el mismo argumento que Cuentos de Tokio, narrando el viaje de una pareja de ancianos que van a visitar a sus hijos a la capital, pero que éstos, con el estrés de la vida en Tokio, apenas pueden estar con sus padres. Muchas de las situaciones y diálogos son muy similares a la obra de Ozu, aunque tiene algunos matices que más tarde comentaremos.
Esta sencilla historia encierra detrás todo un estudio de la familia y, por extensión, de la vida, a través de detalles cotidianos y sin apelar a discursos de ningún tipo. Una visión a través de tres generaciones (niños, padres y ancianos) y cómo la vida moderna les afecta a cada uno (la falta de tiempo, las motivaciones, el egoísmo, la vejez...)
Pese a ser un homenaje, Una familia de Tokio cuenta con ciertos cambios con respecto a Cuentos de Tokio que hacen que su mensaje sea atractivo pese a haber visto ya el film de Ozu, sobre todo en referente al personaje de Noriko, que en clásico de Yasujiro era una viuda y aquí es la novia del menor de los hijos, desconocida por todos. La relación entre Noriko y la anciana Tomiko cobra mayor fuerza y emotividad. De hecho, los ancianos Isao Hashizume y Kazuko Yoshiyuki no tienen nada que envidiar a Chishu Ryu y Chiyeko Higashiyama, creando unos personajes entrañables. Yamada por su parte crea situaciones cómicas que hacen más llevadero el ritmo, que aunque sea pausado nunca se hace lento gracias a su estructuras y sobre todo a sus personajes con los que empatizamos rápidamente, especialmente con Shoji, el pequeño de los tres hermanos.
La gran maestría técnica de Yamada hace que la cámara capture la esencia de las emociones sin interponerse a la historia que cuenta, de forma que apreciemos la majestuosa dirección sin ser conscientes que hay alguien detrás grabando todo, dando vida propia al relato.
El mejor calificativo que se me ocurre para la película es profundamente humana. Humana desde el amor del que fue aprendiz a su gran maestro. Humana para homenajear sin caer en la simple copia, aportando vida propia. Humana por relatar la vida con viveza, con detalles y sin discursos moralizadores. Humana por usar la técnica al servicio de la historia y no como recreación de su talento. Humana porque todo ser humano debería verla.