¿Qué es lo que significa realmente ser un escéptico? Muchas veces se asocia fuertemente, e incluso se considera equivalente, el hecho de regirse en la vida por el escepticismo – es decir cuestionar cada información o situación a la que nos expongamos o de la que nos enteremos por cualquier medio – y la obstinada e irracional actitud de refutar absolutamente toda situación planteada, o al menos hacerlo casi siempre sin un examen adecuado que permita probar una determinada proposición como cierta o como falsa.
Un crédulo extremo es tan igual como un incrédulo extremo: ambos actúan irracionalmente y en ambas situaciones se evidencia notoriamente la falta de al menos una somera evaluación de la situación.
Veamos las diferencias y consecuencias de comportarse como un crédulo extremo, un incrédulo extremo y un escéptico genuino.
Un crédulo extremo se ve en el caso de aceptar todo o casi todo lo que escuche, lea o perciba de algún modo. Al actuar de esta manera, aceptará ideas ciertamente verdaderas (representativas de la realidad objetiva), pero también estará aceptando muchas ideas erróneas (no representativas de la realidad objetiva). Esta situación es consecuencia de que el examen crítico requerido para evaluar correctamente cualquier situación se encuentra ausente en tal individuo.
Por su parte, un incrédulo extremo se encuentra en la situación de rechazar todo o casi todo lo que se le presente como información. Las consecuencias obvias de este tipo de comportamiento son igual de peligrosas que en el caso del crédulo extremo, ya que este individuo rechazara tanto ideas correctas (representativas de la realidad objetiva) como erróneas (no representativas de la realidad objetiva).
Y por último, un escéptico genuino (por llamarlo de alguna forma), será aquel que evalué adecuadamente las situaciones a las que se ve sometido, obteniendo así la “recompensa” de aceptar la mayor parte de proposiciones representativas de la realidad objetiva y rechazar las mayor parte de proposiciones no representativas de la realidad objetiva. Así, un individuo que se acerque más a nuestro escéptico genuino, tendrá más oportunidades de conocer mejor el mundo que nos rodea y a la vez contará con una gran ventaja sobre las personas que se acerquen más a uno de los extremos, ya que contará con una proporción mucho mayor de proposiciones verdaderas, representativas de la realidad objetiva, es decir, del mundo natural.
Así, nos encontramos con que el hecho de cuestionarse todo – comportarse como un escéptico genuino – es totalmente diferente a refutar todo, que es más propio de un incrédulo extremo. Sin embargo, muchas personas confunden al incrédulo extremo con el escéptico genuino.
Ciertamente, a primera impresión, un escéptico genuino podría parecer un incrédulo extremo, ya que se encontrará en la situación, un tanto incómoda, de rechazar una gran parte de las muchas proposiciones populares que existen y que se aceptan consensuadamente en una sociedad cualquiera. Y es que esto es de esperarse desde el momento en que nos percatamos de que vivimos en sociedades construidas en base a elementos culturales muy diversos, y no siempre basados en hechos científicos (por no decir nunca). En lugar de ello, predominan los mitos populares y las tradiciones centenarias. Esta importante problemática de toda sociedad, varía de una a otra notablemente, habiendo, por un lado, sociedades plagadas de elementos místicos que corresponden poco a la naturaleza, y por otro, sociedades que han logrado despojarse de gran parte de estos elementos y en las que predomina más el pensamiento científico basado en hechos observables y/o medibles.
Con todo lo planteado, me atrevo a decir que una sociedad con una proporción mayor de escépticos genuinos, los cuales posean mayores niveles de pensamiento crítico y despojamiento de prejuicios, será una sociedad con mayores posibilidades de prosperar en todos los niveles humanos. Una sociedad así sería, seguramente, una sociedad más justa y con menos problemas sociales que las demás, una sociedad en la que regiría la tolerancia sobre la intolerancia, la intelectualidad sobre la ignorancia y la ociosidad, el racionalismo sobre la irreflexión y el humanismo sobre el abuso y la misantropía.