Revista Cultura y Ocio
Patricia y Eduardo forman un matrimonio que, aunque se prolonga desde hace dieciocho años, naufragó hace tiempo. Él, publicista y mujeriego, le ha sido infiel a su esposa en múltiples ocasiones; ella, concertista de piano que no ha logrado ser feliz en su hogar ni ha obtenido el éxito en su trabajo, está a punto de explotar de tristeza y amargura. Hoy es su aniversario y la mujer, aunque se sienta abatida porque él ha olvidado la fecha, le propone resarcirla con un regalo especial: concederle una hora de conversación sin que esté encendida la tele.Eduardo se sirve un whisky y accede... Y entonces se produce la gran sorpresa: Patricia le comunica que quiere abandonar el hogar, que está enamorada de otro hombre (un empresario de Boston) y que quiere irse con él para iniciar una nueva vida. Burlón, prepotente y sabedor de su influjo sobre ella, Eduardo se mostrará cáustico: no cree ni una sola palabra de las que le está diciendo. Es una fantasía más, tan absurda como su pretensión de convertirse en una pianista reconocida. Pero cuando ella insiste, el marido no aceptará tan fácilmente su posible condición de cornudo: se mostrará seductor para engatusarla; le pedirá que se acueste una última vez con él; la agredirá físicamente; la amenazará con un arma; insistirá en que recurrirá al suicidio con pastillas... Todo le vale para construir su oposición. Incluso dudar de la misteriosa existencia del hombre de Boston.Con este análisis de las relaciones de pareja, Jaime Salom nos ofrece una agria disección del matrimonio, de las servidumbres y flaquezas humanas y de los mecanismos (a veces sutiles, a veces nauseabundos) que pueden ser empleados para hacer daño a la persona que más cerca tenemos, y de quien detentamos (y el verbo es exacto) la posesión.
Breve, contundente y con un final que podrá ser entendido de distintas formas, para mayor enriquecimiento de la pieza, Una hora sin televisión, se lee en una hora pero necesita muchísimo más tiempo para ser pensada y digerida.