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"Una inspiración real no se puede falsificar"

Publicado el 14 noviembre 2014 por Callebaker @jeanne_duval
Dormir y soñar no es lo mismo. Dormir es algo físico, soñar es visualizar todo lo intangible que posee el ser humano. Rodar una película no es lo mismo que rodar una buena película, lo primero es un trabajo, lo segundo hacer realidad sensaciones, miedos, angustias y pasiones del espectador y provocar con cada gesto del actor o con cada nota de la banda sonora una respuesta sensorial en el cuerpo de éste. 

Recuerdo que poco sabía de Origen cuando fui a verla. DiCaprio y Gordon-Levitt eran

razón suficiente y además llevaba el sello de Nolan. Sin embargo, descubrí a un actor feroz e increíble como Tom Hardy, rescaté de mi memoria a un grandioso Cillian Murphy, el siempre adorable e impecable Michael Caine, al igual que el majestuoso Ken Watanabe, una gloriosa y bifaz Marion Cotillard y la guía del laberinto onírico, Ellen Page, cuyo nombre Ariadne, no está elegido al azar. Todos ellos forman un grupo de soñadores perfecto, equilibrado. No me olvido de que también fue uno de los últimos trabajos de Pete Postlethwaite, que interpreta al padre de Robert Fischer (Cillian Murphy). 

Encontrar una manera fácil de explicar el mundo de los sueños no es solo complejo, sino que requiere una mente siempre dispuesta a ir más allá. Y esta mente (mentes) son los hermanos Nolan. Entendieron el mundo de los sueños como otra dimensión espacial, ¿y si los sueños fuesen tridimensionales? Y así fue como los concibieron, como una auténtica obra de ingeniería, colocando (como hace la propia Ariadne) un espejo ante otro espejo, multiplicando las dimensiones hasta el infinito. Además, todo ello está hilado perfectamente y conectado, los tiempos (que pasan más lento a mayor lejanía) y cada capa del sueño con sus personajes y su función. La primera capa es de Dom (DiCaprio) y Saito (Watanabe), ya que Yusuf es un mero conductor. La segunda capa es de Arthur (Gordon-Levitt) y Ariadne (Ellen Page), dejando la tercera para Eames (Tom Hardy) y Robert Fischer (Cillian Murphy). Pero todas ellas están enlazadas por la mente de Dom con sus proyecciones y recuerdos sobre su mujer Mal (Marion Cotillard). 

Mención a parte merecen dos escenas: una es cuando la furgoneta da vueltas de campana y el hotel donde está Arthur da vueltas sobre sí mismo (antes de eso, la escena del bar donde DiCaprio le enseña a Murphy que está soñando, es simple, pero impecable) y otra es la llamada "Dream is collapsing" el momento en el que las capas de sueño se solapan y se debe despertar. Sin poder evitarlo, la banda sonora es un tema que nunca dejo de lado. Y ésta, es una de mis preferidas. Un genio como Hans Zimmer sabe darle a cada momento su intensidad, su volumen y su instrumento, destacando ese "Non, je ne regrette rien" de Piaf (frase del subconsciente de Dom, sin duda) ralentizada. Un genio.


En otra dimensión o no, los sueños son un reflejo de nosotros mismos. Recuerdos, pulsiones y sobre cargas de información activan esta realidad "paralela" y distorsionada en nuestro cerebro. Nolan deja que te introduzcas en los sueños de todos ellos, exponiendo, sin duda (como buenos cinéfilos, siempre dejamos algo de nosotros mismos en el visionado de las películas: la compañía, frases que se adaptan a nosotros, personajes con los que empatizamos) y nos fundimos con la butaca, penetrando capas a través de la sedación que Zimmer nos proporciona, pero el sueño se desmorona y poco a poco, despertamos. Pero, ¿cómo saber si aún seguimos soñando? Nolan no saca de dudas con una "patada" personificada en una peonza...
"Estás esperando un tren..."

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