02.04.2014 17:04
Últimamente estoy más observadora de lo que es normal en mí misma. Peligro, peligro. Y una de las cosas que estoy viendo es que las personas humanas estamos cogiendo el vicio de negar por sistema, a todo. Vemos sólo lo que queremos ver y lo que no nos interesa lo negamos. Creemos sólo en lo que queremos creer y lo que no nos cautiva lo negamos. Sentimos lo que creemos que nos conviene sentir y lo que no nos conviene lo escondemos y, por supuesto, lo negamos. Aprendemos sólo lo que nos es útil y lo que no nos va a proporcionar ningún beneficio lo desechamos. Es como si nuestra vida la concibiésemos como un Smartphone donde instalamos en nuestro día a día aquellas apps que nos son oportunas y las que no, cancelar, borrar, porque nos pueden gastar los gigas del éxito o nos saturan el disco duro de la comodidad cotidiana. ¡No, no, no! Es nuestro eslogan. La opción válida, única, en el examen tipo test de la asignatura "quieres, puedes, arriesga, pelea, siente, salta al vacío, intenta" es no.
Y oye, parece que funciona, porque negamos con tanta energía que acabamos por no reconocer la verdad que tenemos frente a nuestras narices. Hemos adquirido la capacidad de mentirnos con tal intensidad que acabamos por creernos nuestra propia mentira, de manera que la mentira ya no es tal sino que es una verdad (aunque sigue siendo más falsa que una moneda de tres pesetas). Y vivimos en un continuo baile de máscaras, un carnaval de Venecia eterno, sin fin. Y ante cualquier situación o problema que vemos como susceptible de doler o de llevarnos al fracaso hacemos como el bicho bola, nos metemos pa'dentro, replegándonos sobre nosotros mismos. O como el avestruz, cavamos un hoyo, enterramos la cabeza y seguimos haciendo el camino sobre montículos. Porque ¿para qué voy a intentar mejorar o ser más feliz si en mi estado de comodidad ya encuentro un bienestar suficiente?
Cada cual se miente a sí mismo por sus propias historias, pero todos tenemos un común denominador: el miedo. Miedo al rechazo, miedo al fracaso, miedo a no ser lo que creemos que esperan de nosotros, miedo a no estar a la altura, miedo al qué dirán, etc., etc., etc. " Mi trabajo es una mierda, gano una miseria y mi jefe deja en bragas a Hitler", pero la mayoría nos acojonamos ante una posible entrevista de trabajo donde podamos ser rechazamos, así que nos decimos " pero tengo suerte, como está el panorama no me voy a quejar que hay mucha gente mucho peor que yo". Y de esta manera, repitiéndonoslo muchas veces nos autoconvencemos de que tenemos razón. Extrapolad este ejemplo a cualquier otro ámbito de vuestra vida y veréis cuantas veces nos negamos la posibilidad de mejorar o ser felices sólo por miedo. Asusta verdad.
Lo único que me consuela es que la realidad es más sensata y más lista que nosotros y tiene a bien asomarse antes o después para hincarnos los dientes en el culo, de manera que más tarde o más temprano tendremos que dejar de negar lo evidente y enfrentarnos a la verdad. Autoengañarnos sólo lo podemos hacer hasta un límite y a partir de ahí sólo nos queda tirar hacia adelante. Y si toda esa energía que gastamos estúpidamente en negarnos la usáramos en intentar lo que realmente queremos, quizás, sólo quizás, nos iría un poco mejor. Asumir es triunfar. Resolver es triunfar.
Quédate con esto: Esas falsas verdades que nos hacemos creer no son una burbuja dónde nos aislamos, son una jaula sin barrotes.
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