Es muy probable que, quienes me juzguen en el futuro, encuentren en la visión nueva de estas tierras motivo bastante para disculparme.
A mi me sorprende, primero, la actitud de quienes gobiernan, que no ignoran el lento y progresivo declive de esta tierra. Hoy con más motivo que antes para reprocharles las carencias a las que siguen haciendo oídos sordos.
Me sorprende la actitud de paciente espera a la que parece apostar la oposición.
Los políticos, en general, da igual el signo, han sido un lastre para el progreso de esta tierra.
La carretera que ahora con lentitud vuelven a planificar, comenzaron a proyectarla en la década de los ochenta, treinta años atrás, que se dice pronto, como si treinta años no fueran nada, cuando implican, y de qué modo, el resurgimiento o la muerte de una tierra como la nuestra.
Nos prometieron un hospital, qué gran mentira, y yo el primer panchito que voy corriendo y se lo cuento a ustedes emocionado, alabando aquella proeza de Mañueco, que resultó un apaño para sacar el ambulatorio a las afueras. Ahora mismo, cuando ya lleva un tiempo prudente funcionando el hospital de Reinosa, no hay indicios de un acuerdo que les permita a toda la zona norte de Palencia y los pueblos limítrofes de Burgos una atención sanitaria que ha estado demandando siempre, sobre todo desde finales del pasado siglo.
Es lógico que quienes hemos nacido aquí o aquellos que llevan viviendo largo tiempo, lo alaben y regresen siempre que pueden a sus raíces, pero lo que de verdad me sorprende es que después de tantas carencias algunos aplaudan todavía aquel famoso lema de "venir a vivir". Ni la excelente labor realizada por la Diputación, lo poco que se salva de la quema, augura un futuro distinto para el futuro de estos pueblos.
Lo que a uno le desazona es que se acaben gastando el dinero -que se lo gastarán- cuando sólo queden tres chimeneas ahumando, sin perespectiva alguna de que la gente vuelva en serio. Aquello de, lo de palacio va despacio, ya es sabido, lo tenemos más o menos asumido, pero es que ahora mismo la cosa está estancada, como un ordenador al que hay que forzar el apagado porque se ha quedado sin recursos.