Revista Espiritualidad
Y no me cansaré de repetir una y otra vez, que son nuestras manos las que deben mover el mundo.
Las noticias me aterrorizan. Vuelvo de la facultad, cansado de toda una mañana de clases, con ganas de llegar a casa y tirarme en la cama. Nada más llegar me preparo el almuerzo, me siento en el sofá y pongo la tele.
Como todos los días, pongo el telediario para saber un poco más de lo que pasa más allá de mi puerta. ¿Y qué me encuentro? Por desgracia, la pura realidad.
Es cierto que hay muchas clases de noticias, y otras muchas que no salen porque a la cadena no le conviene. Pero me refiero a otro tipo de noticias. Me refiero a todos esos llantos de niños que mueren por desnutrición cada día, me refiero a todas esas madres desoladas porque ha empezado la guerra y han reclutado a su único hijo, me refiero a todas esas voces calladas que, día tras día, se van apagando sin que nadie las haya escuchado.
Me refiero a todas esas noticias que hablan de un planeta en deterioro, de un paisaje destruido por la mano del hombre, me refiero a una civilización que ha perdido la total afinidad con su mundo natural.
Y sí, puede que mis palabras suenen demasiado trágicas pero, ¿acaso no es esa la realidad?
No intento aterrorizar a nadie con mis palabras, tampoco intento hacer que veáis a la especie humana como un demonio destructor y ni si quiera hoy voy a culpar a nadie de lo que ocurre. Simplemente comparto con vosotros, mediante palabras que dan vueltas por mi cabeza, un sentimiento que me envuelve cada vez que salgo de mi pompa de cristal.
Y me gustaría preguntaros...¿Que sentís vosotros cuando veis algo de esto, ya sea en televisión o en nuestra propia ciudad?
Ahí fuera, el mundo no es como nosotros pensamos, a dos pasos de tu propia puerta hay gente que necesita una mano.
Y aun así, sigo teniendo esperanza. Una esperanza que me refuerza cada día, cada vez que se que hay personas que dan su vida por una causa, sin esperar recibir nada a cambio.
Personas admirables que, con sus propios pasos, van haciendo caminos llanos por los que los demás podremos pasar sin dificultad ninguna.
Es ese el espíritu que se necesita. Esas son las manos portadoras de pequeños gestos que pueden cambiarte el día, o incluso la vida.
Un saludo y gracias a mis lectores.
Pablo Escribano.