Érase que se era una Maga a la que apellidamos Menganita.
Un día vino a visitarnos, decidió quedarse con nosotros y fue la reina de un jardín encantado que nombró su paraíso. Nos regaló los tres últimos años de su vida, inundando la casa de belleza y ternura. Hoy nos hemos dicho hasta siempre, con el alma sembrada de su recuerdo y el corazón henchido de gratitud.
Compartir el hogar contigo ha sido una aventura, una bendición y un privilegio. Siempre te llevaremos en el corazón.