Hay cosas que ni te las crees. Ultimamente me he vuelto asiduo a una Biblioteca que está ubicada en el centro de mi ciudad. Así que acabo yendo un par de veces a la semana para saciar mi apetito comiquero y novelesco. De ahí que el Martes pasado me fijase en unas hojitas que estaban colgadas en una columna. Todo parecía indicar que la Sociedad General de Autores -ubicada en nuestro queridísimo país de la pandetereta y el fútbol- estaba haciendo otra de las suyas.
Por desgracia, sólo pude leer por encima lo que ponía. Mi valentía y arrojo no llegó a preguntarle a los encargados de tal centro si podía hacer alguna fotocopia del susodicho papel. Así que en cierta manera me olvidé de ello. Hasta hoy.
Al abrir mi correo me encuentro con un titular que es cuanto menos vergonzoso. Acompañado tambien de una carta que era la que había leído en la citada Biblioteca. Una de tantas que pagamos entre todos, no nos engañemos. Por eso son “Públicas”. Te sacas tu carnet enseñando tu D.N.I., y todos contentos. A adquirir cultura, algo que tan falto está en estos días. Menos mal que estan la Esteban y compañía para entretener a la concurrencia durante toda la tarde.
¿El titular? Pues la SGAE, una vez más lanzándose a la piscina y pidiendo el oro y el moro sin ningun tipo de pudor, quiere 0,20 centimos de euro por libro prestado. Ahí es nada y lo demás tonterías.
Voy a poner literalmente lo que he recibido en el correo y que supongo que se habran hecho eco los medios de comunicación, porque el tema se las trae.
“Se pretende obligar a las bibliotecas públicas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para ‘resarcir’ a los autores. Mientras la gente de a pie apenas llega a fin de mes, los ya millonarios se forran a cuenta nuestra. No consientas tamaño atentado contra la cultura y pasa este mensaje a todos tus amigos.”
Ok, lo de “resarcir” a los autores es algo denunciable. Denunciable para quien quiere cobrar 20 centímos sobre algo que ya se ha pagado y sobre un sitio (las Bibliotecas) que hacen una labor social. Pagada por todos con nuestros impuestos, que conste. ¡Que estamos en lo de siempre! ¡Qué van a controlar si alguien va a salir perjudicado o no! Aquí a por el eurete para forrarse los cuatro jetas de siempre. Eso sí, ahora amparándose en el control absoluto de las obras de los intelectuales de turno. Una buena excusa que sólo se la creen los que sacan tajada de ello.
José Luis Sampedro dedica una excelente carta (la que he mencionado anteriormente) sobre el tema. Leedla atentamente y ojalá enrojezca a más de uno (a los que se van comprando chalets y pisazos a golpe de impuesto aberante).
POR LA LECTURA
“Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus ‘clientes’ éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.
Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos.
Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.
Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que
mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y
médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.
Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.
Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.
Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.
Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.”
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!
José Luis Sampedro
Y eso lo dice un escritor. Uno que ve a la legua que los derechos que “supuestamente” defiende la Sociedad General de Autores no son para la difusión y protección de la cultura. Sí, quizás en un principio fuese ése su fin, pero ahora mismo se ha alejado completamente y se ha convertido en una “empresa” que sólo busca ganar dinero. Pues que les aproveche, desde luego no creo que engañen a nadie con sus artimañas.
Por cierto, y acabando, el protagonista del fotomontaje que abre este post es Teddy Bautista. El cual tambien sale en este titular bastante interesante y de hace ya un tiempo.
Me voy a la ducha, deseadme suerte no sea que cante una canción de “Sting” y me cobren por ello. Que todo se verá…
Fdo: Snake