Vía Happines is a butterfly
Espero sepan disculpar esta prolongada ausencia, pero he estado mudando mi domicilio profesional.
Qué cosas.
Una cajonera que ha perdido sus cuatro ruedas, un mueble bajo ya, irremediablemente, sin sus dos puertas, tres cortes en las manos (edito: y uno en la cabeza que me he descubierto esta misma mañana), la cintura destrozada y media espalda dolorida, al menos me consuelo pensando que en la última mudanza la sacrificada fue una impresora, con lo que tiene eso de contrariedad para el laboro. Pero sigo vivo; eso sí, destrozadito ya para varios días.
Así que mañana lunes me incorporo a un sitio nuevo, unos pocos metros cuadrados pintados de azul claro, dos ventanas grandes, un árbol impresionante a la vista, una sala de espera tapizada en rojo, una pared (a mi espalda) que está pidiendo un Rothko y los papeles de siempre, los libros de toda la vida (¿tiro o no los aranzadis de 1995 y 1996?) y cierta ilusión. Que todo esté ordenado y que no haya un papel a la vista es un reto que trato de conseguir, aunque sé que no me lo termino de creer y tampoco sé para qué serviría.
Así que ya saben, si pasan por ahí (enlace), no dejen de avisarme. Hay tres o cuatros barecillos interesantes (muy interesantes) al lado. Ya saben: tomaremos unos vinos, unas patatas bravas y hablaremos de la vida, ese extraño abordaje, y alabaremos a la Michelle Rodriguez de Machete.
Hace un año y seis días: El cielo gira, de Mercedes Álvarez
Hace un año y cuatro días: Sangre joven, de Carlos Marzal
Hace un año y dos días: Good morning, Mega + Publicidad + The Phenomenal Handclap Band