Revista Cultura y Ocio
Una mujer ha decidido ser madre. Todo son parabienes; es joven, tiene salud y ha decidido asumir el mayor de los retos: el de ser madre. No está sola. Tiene a un marido que le apoya en todo y que participa en la crianza y cuidado de los niños. Él también reflexionó sobre el hecho de convertirse en padre, las responsabilidades y sacrificios que comporta. Tiene claro que no se limita a prestar su ayuda. Lo que comienza es una tarea de dos. Sin embargo, la biología impone desde la concepción un reparto de tareas. Durante unos años, la mujer se dedica por entero a esta nueva faceta, con ilusión y una gratificación difícil de expresar con palabras. Podría haber seguido trabajando después de los cuatro meses de maternidad, podría haber optado por otros planes de vida. A menudo, muchas mujeres se ven obligadas a retomar sus quehaceres por una simple cuestión pecuniaria: hacen falta dos sueldos para pagar hipoteca, guarderías, etc. No hay una opción mejor que otra, ni se pueden emitir juicios morales. Yo, al menos, no lo hago. Cuando los niños comienzan su escolaridad, nuestra mujer decide retomar su vida profesional, que nunca ha abandonado por completo. Es otra parte de su vida que le completa y que necesita. Porque no sólo es madre, igual que su compañero no se ha comprometido a una dedicación exclusiva en su labor de progenitor. Hasta aquí, todo coherente. Ahora, les invito a ver este video: No voy a hacer ni un solo comentario. No creo que haga falta. Antonio Carrillo