En la edición del año 1944, el Premio Nobel de Física fue otorgado a Otto Hahn. En su discurso de agradecimiento, el galardonado tuvo palabras de reconocimiento hacia una mujer que fue determinante en el descubrimiento de la Fisión nuclear, hallazgo por el que Hahn recibió el Nobel. Aquella mujer era Lise Meitner, a quien la comunidad científica creía como la verdadera ganadora del prestigioso premio. Lise fue una científica que dedicó toda su vida al estudio de la física a pesar de todas las trabas, que no fueron pocas, que tuvo por el simple hecho de ser mujer. Desde tener que trabajar en un taller cercano al laboratorio donde estudiaban sus colegas hasta no cobrar lo mismo que ello, sin contar con su expulsión de Alemania durante el nazismo por sus orígenes judíos. Pero Lise Meitner no se arredró por todas las dificultades que tuvo en su vida. Fue, sin duda, una trabajadora incansable y una investigadora apasionada.
Lise Meitner nació el 17 de noviembre de 1878 en Viena, entonces capital del Imperio Austrohúngaro en el seno de una familia acomodada. Su padre, un abogado llamado Philipp Meitner, recibía en su casa a importantes personalidades de la cultura y la política de la época, reuniones a las que Lise y sus hermanos acudían con regularidad. Lise tuvo la educación que se esperaba de las niñas de su tiempo pero poco más. Cuando terminó sus estudios oficiales con poco más de catorce años, la pequeña quiso seguir estudiando y lo consiguió gracias a la ayuda de un tutor facilitado por sus padres. Desde bien pequeña sintió una marcada inclinación hacia las ciencias. Su inteligencia y fuerza de voluntad fueron la clave para conseguir su ingreso en la Universidad de Viena, en 1901, algo que en aquel inicio del siglo XX era totalmente inaudito. Seis años después se doctoraba, convirtiéndose en la segunda mujer en alcanzar dicho reconocimiento en la universidad vienesa.

Lise Meitner y Otto Hahn
Poco después, Lise se trasladó a vivir a Berlín donde empezó a trabajar con el físico Max Plack. Fue en su casa donde conocería a otro científico, Otto Hahn. Pronto congeniaron y Lise y Otto iniciaron una amistad y relación profesional que perduró durante muchos años. En 1907 Otto Hahn conseguí ingresar en el Instituto de Química de la Universidad de Berlín, algo que Lise no consiguió por su condición de mujer. A pesar de ello, insistió tanto a los responsables del centro que consiguió un humilde espacio en una antigua carpintería dentro del recinto del instituto donde pudo continuar con sus investigaciones. Cinco años tuvieron que pasar para que Lise demostrara su valía como científica y alcanzara el reconocimiento del Instituto y el permiso para acceder a los laboratorios. Empezó también a cobrar un pequeño sueldo, siempre más bajo que el de su colega Otto Hahn. Pero su inteligencia y profesionalidad no se podía negar y Lise consiguió incluso dar clases en la Universidad de Berlín.
