Revista Creaciones

Una nostalgia del agua

Por Ripu77

Bañarse con el cielo encapotado, con la lluvia amenazante. De repente te encuentras sola en la piscina. Algún cotilla mira de reojo desde arriba, pensando que va a atraparte el chaparrón. Sin atreverse, ocultando su deseo de nadar bajo el imperio de las nubes negras. Por unos minutos corres el riesgo. Por unos minutos logras el triunfo.

Este verano he leído mucho. En ocasiones la mala salud te obliga a esconderte en tu reducto y la literatura salva tanto como el agua. Con ella aprendes a dar nombres a las cosas que te ocurren, que piensas mientras nadas, cuando cierras los ojos sentada en el borde con los pies en remojo. Agustina Atrio en Tres formas de atravesar un río dice que “¿cómo influye la geografía en nuestra forma de nombrar? ¿Qué palabras se crean en ella? Palabras asfálticas. Palabras sin agua. Palabras encerradas en barrios a través de avenidas. Palabras de nostalgia, a veces también de hastío. Palabras que buscan correr, fluir. Entiendo, en ese momento, que la geografía en la que vivimos por un largo periodo configura, si no nuestro carácter, nuestra forma de sentir nostalgia. Se trata, en resumidas cuentas, de una nostalgia del agua.

Una nostalgia del agua
Verano, 2022.

En ese paraíso líquido he sobrevivido, he controlado mi nostalgia y he aprendido a renombrar. Me calma soberanamente tumbarme sobre el agua. Hacer el muerto y solo escuchar el sonido mediante mis oídos sumergidos. Hacer el muerto. Dos niñas me han aleccionado y conmovido este verano. La primera dijo que ella hacía la muerta. Cierto, ¿cómo podía decir yo que hacía el muerto? Su definición y especificación sorprendieron mi costumbre, renombraron mi fascinación. La segunda dijo que ella hacía la estrella de mar. ¡Touché! Realmente no estamos muertas, solo flotamos. Y flotando como hacemos, tanto Gala, como Ona, como yo, estamos más vivas que nunca.

Este verano nostálgico, rescatado por el agua y por los triunfos bajo las nubes, ha conseguido conectarme con lecturas totalmente distintas entre ellas. Lecturas que han venido conmigo a mi refugio, que han bajado día a día bajo el sol ardiente o han recibido alguna que otra gota del cielo. Esta geografía en la que vivo ahora, la que abraza también los días oscuros, me ha hecho saber con esas palabras que corren, que fluyen, que igual que el riesgo no me acobarda al bañarme cuando viene la tormenta, los días aciagos tampoco podrán conmigo. Así, puedo adueñarme de esa nostalgia del agua que he creado para mí. Puedo manifestarla libremente al mundo, con todo el derecho y todo el miedo. Porque sé que la dirijo yo y que puedo salvarme. 


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