Me encontraba en el intermedio de un concierto (de música clásica, por supuesto) permaneciendo sentado en mi lugar, observando todo y nada a la vez. Iba solo, es por eso que podía incluso perderme en mis pensamientos y como no soy muy platicador, llevar esos minutos de esa manera no me requirió mucho esfuerzo. Mi atención de repente, se vio desviada hacia una plática que se estaba desarrollando justo en frente de mí.
Bueno, de hecho, era más bien un monólogo del cual, no recuerdo la mayor parte. El protagonista de esta escena era, vamos a decirlo así, un señor cualquiera. Era evidente que ya rebasaba los 50 años de edad, usaba lentes, tenía la tez morena y no le observé una sola cana (tinte probable). Poseía estatura y complexión promedios, es decir, era un ciudadano típico. ¿Qué me llamó la atención? Que aparentemente, era la primera vez que tenía contacto con la música académica o por lo menos, con el concierto.
Como ya indiqué, he olvidado la mayor parte del contenido. Pero compartiré unas frases que este señor le dirigía a su oyente (una mujer quien era su esposa, según vi):
- (...) este concierto no está bien, el concertista ni habla con el público ni nada... solo entra y comienza (...)
Habrá que aclarar que cuando el señor mencionó "concertista" se refería al director de orquesta. Siguiendo en ese comentario luego mencionó:
- Él debería por lo menos decir "bueno, ahora interpretaremos esta obra que es de tal compositor, la compuso en tal año", pero ¡no dice nada!
Qué tanto sabía este señor de la tradición del concierto clásico, no sabría decirlo exactamente. Después de hacer esos comentarios, él mencionó:
- (...) pero así es en todo el mundo.
Eso me tranquilizó un poco, pero luego remató con:
- Deberían de tocar la de X
Donde X es un tema de música popular instrumental que nunca sería interpretado por una orquesta en un concierto de música culta. Admitiré que solo en ese momento me sentí con ganas de interrumpir bruscamente esa escena y exclamar: "Claro que no, no tienen por qué tocar X, por la misma razón que no tienen por qué tocar una cumbia". Pero claro, ese pensamiento solo hizo veinte ecos en mi cabeza y nunca salió de mi boca.
La parte más importante de todo esto es, según mi punto de vista, las dos primeras frases del señor que se refieren a la manera en que el director interactúa con el público. Cuando relaté esta anécdota a un amigo, éste me dijo:
- Bueno, seguramente el señor esperaba a que el director entrara y gritara con entusiasmo: "¡Cómo está el públicoooo!" y todos responden con fuerza: "¡Bieeeen!". Luego el director dice: "A ver, ¡un grito las mujereees!" y todas:"¡Ahhhh!"; "¡Un grito los hombreeees!", "¡Ahhh!"...
Solo entonces me di la libertad de reírme un poco de la situación.
Esta anécdota no la comparto con el tono de burla o crítica. Lo que quiero hacer notar es que este señor se veía como cualquier otro, por su forma de hablar y vestir, se veía que tenía educación, una profesión y solvencia económica. Él expresó de manera honesta su percepción del concierto. Esa percepción, aunque muchos no la admitirían, es la que tienen la mayor parte de las personas que se enfrentan a la música clásica por primera vez.
Son ejemplos como éste los que hacen pensar en esos cambios en la tradición del concierto que podrían realizarse; tal como se menciona en el post ¿Qué se puede hacer? Aplausos, formalismos, interacción con el público... Parece buena idea pero ¿será suficiente? ¿Tales cambios bastarán para aumentar el público de la música académica?
Un poco de pesimismo