Revista Cine

Una pica en Hollywood

Publicado el 05 junio 2016 por Juancarrasco @JuanCdlH

Haciendo memoria podemos ubicarnos en lo que fue la entusiasta reacción de España ante "la conquista de Hollywood", cuando actores de nuestro país se atrevieron a cruzar fronteras y hacer sus pinitos en inglés en la gran industria del cine. Incluso el adelantado Antonio Banderas se instaló allí, lo cual fue un acto de arrojo y despertó admiración en su tierra a la vez que fama por las Américas. Luego llegó Pedro Almodóvar con su Oscar (no era el primero en ganarlo, pero sí el primero en no verse como una estupenda anomalía), Penélope Cruz con el suyo y con su agitada agenda laboral por allá… Todos ellos fueron pioneros que abrieron paso y que se observaron con la admiración del que logra algo muy difícil y, por qué no decirlo, rodeados de cierto teatrillo a lo Bienvenido Mr. Marshall por nuestra parte. Pero todo tiene un comienzo y todo el mundo pasa por la etapa de lactancia como mínimo una vez en la vida.

Una pica en Hollywood
Desde el reconocimiento a aquellos que han contribuido a convencernos sin que suponga un drama de que nuestros artistas audiovisuales no son tan "nuestros" en el estricto sentido de la palabra en el que te los imaginas con la camiseta de la selección de fútbol puesta, y desde el abrazo a la globalidad, parece ser que hemos cumplido la mayoría de edad en este ámbito. Así es ya menos notición que actualidad el hecho de que un profesional del cine, ya sea compositor, director, intérprete, de equipo de animación o de peluquería, haya nacido en España y trabaje de manera fija o eventual tanto aquí como en cualquier otro lado en el que su labor cuente con más medios. Y si hablamos de medios, fundamentalmente hablamos de dólares, puesto que el capital para hacer las cosas a lo grande es prácticamente lo único que aún cuesta encontrar en casa. Es por ello que posteriormente a lo que hemos denominado "periodo Mr. Marshall", realizadores como Alejandro Amenábar tenían ideas artísticas para desarrollar que contaron con idioma, casting y capital propios y ajenos para llegar a donde antes no se podía. Otro de aquellos que se sabía capaz de lograr "lo imposible" si podía acceder a un presupuesto decente para lo que se traía entre manos fue Juan Antonio Bayona. Bien por él, en 2014 lo tuvimos como director de los dos primeros episodios de la prestigiosa serie de horror victoriano producida por Sam Mendes para la cadena Showtime, Penny Dreadful, sin que ello haya supuesto que la noticia salga abriendo telediarios y sin que nadie haya llorado por el logro. Y no se debe a que se le reste ni un ápice de mérito al asunto, sino a la maravillosa naturalidad con la que ya lo asimilamos.

Aprovecho con igual naturalidad para repartir alabanzas hacia la serie en la que hemos puesto el acento y de paso recomendación. Ejemplo de serie de alta calidad y prestigio dentro de una época dorada de la televisión que vivimos y que será analizada en otra ocasión. Paco Plaza se ha hecho con las riendas de varios capítulos este 2016 en su tercera temporada cogiendo el testigo hispano de Bayona, y comenta en algunas entrevistas lo alucinante que ha sido para él dirigir al mítico Timothy Dalton o a estrellas del momento como Josh Harnett o, sobre todo ella, Eva Green, la que mejor hace de poseída desde El exorcista. No se la pierdan, si puede ser en versión original, otra de las ventajas de la globalización y la nueva mentalidad, porque uno de los alicientes es el tono británico de época y las palabras utilizadas por los personajes. Bienvenida, España, por fin, al siglo XXI del cine y la televisión. Que dure.


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