Revista Salud y Bienestar
Sólo una pequeña proporción de las personas que sufren un episodio traumático desarrolla después un trastorno de ansiedad. La clave de esta disparidad podría estar en una proteína llamada neuropsina. Ante una situación de estrés, el centro emocional del cerebro, la amígdala, segrega esta molécula y desencadena así el fenómeno que conocemos como ansiedad.
El descubrimiento de esta vía de señalización en el cerebro lo han hecho científicos de la Universidad de Leicester (Reino Unido), del Instituto de Ciencia y Tecnología de Nara (Japón) y del Instituto de Farmacología de Cracovia (Polonia). Podría ser útil para desarrollar nuevos tratamientos o métodos de prevención de este tipo de problemas.
"Los trastornos relacionados con la ansiedad afectan a un gran porcentaje de la población [alrededor del 30% a lo largo de toda la vida] y generan un gran impacto personal, social y económico", explica Robert Pawlak, director del equipo británico. "Ya se sabía que hay ciertas personas que son más susceptibles a los efectos del estrés, pero las razones no estaban claras".
Los autores del estudio, que aparece en la revista 'Nature', empezaron a investigar las bases moleculares que desencadenan la ansiedad. Descubrieron que la amígdala, en una situación de estrés segrega neuropsina, una proteína que desencadena una serie de reacciones que culminan con la activación del gen Fkbp5, "implicado en el desarrollo de ansiedad, depresión y síndrome de estrés postraumático (SEPT)", señala el artículo.
Con esta información sobre la mesa, crearon ratones que carecían de neuropsina y comprobaron que esta vía de señalización no se activaba y que no desarrollaban ansiedad cuando se les sometía a una situación estresante.
"Cuando las proteínas fabricadas por la amígdala eran bloqueadas -bien de forma farmacológica o mediante terapia génica- los ratones no exhibían estos rasgos. Las consecuencias conductuales del estrés no estaban presentes", subraya Pawlak. "Nuestra conclusión es que la acción de la neuropsina puede determinar la sensibilidad al estrés".
Aunque el estudio se ha hecho en roedores, los autores son optimistas ya que todas las moléculas implicadas en esta reacción se encuentran presentes también en el cerebro humano. Esto "abre una puerta a la prevención y el tratamiento de trastornos psiquiátricos como la depresión o el SEPT", concluye el autor británico.
**Publicado en "EL MUNDO"
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