Dame diez años. No hará falta más. Dentro de diez años, justo después de nacer se tomarán muestras de ADN (pelo o algo de saliva) y sólo con eso ya sabremos todo lo que necesitaremos saber sobre el futuro de ese bebé.
Quizá ha llegado el momento de comenzar a admitir que nuestro destino está en los genes. Y todo gracias a la ciencia, a los brutales avances que estamos viendo en el campo de la genética. En los últimos meses, estamos viendo cómo surgen tecnologías que permiten hacer predicciones muy precisas sobre el futuro de los niños. No, en serio. Terroríficamente precisas para lo que estábamos acostumbrados.
Genética o mucho ruido y pocas nueces
La genética es una ciencia un poco exasperante. Alucinante, sorprendente y adictiva, pero exasperante a más no poder. Sabemos que los rasgos físicos y psicológicos están mediados (influenciados, predispuestos) por los genes, pero la mayor parte de las veces no sabemos ni cuáles son, ni cómo lo hacen.
Sólo sabemos cosas relativamente sencillas, conexiones claras y relaciones muy estrechas. En cuanto entramos en rasgos complejos (simpatía, inteligencia o, qué sé yo, facilidad para los idiomas) se vuelve demasiado complejo y todo se convierte en embrollo imposible de correlaciones débiles y estimaciones a largo plazo.
Aprender a mirar mejor
O así era hasta ahora. En los últimos años, los científicos han aprendido a*mirar mejor y a poner orden en la maraña de relaciones genéticas que nos hace ser (una parte de) lo que somos. Por ejemplo, y sin ir más lejos, los estudios de asociación sobre el genoma completo han cambiado el terreno de juego completamente. La idea es simple: investigamos en el genoma de grandes grupos de población para ver que variaciones hacen a unas personas más propensas que personas a determinados rasgos.
De esta forma, podemos identificar paquetes gigantes de variaciones que tienen un impacto determinado en nuestro comportamiento. Por ejemplo, el éxito escolar. Saskia Selzam y su equipo han conseguido explicar un 9,1% de la varianza en la nota del GCSE (un examen a nivel nacional que se hace con 16 años en Reino Unido). Aunque la técnica promete explicar un máximo del 30% de la varianza, ya es alucinante. En serio.
Puede parecer poco, pero esto supone la mitad del poder predictivo del estatus socioeconómico y mejor que un test estandarizado de inteligencia a los 7 años. A nadie le sorprende saber que nacer en una familia de estatus socioeconómico alto hace que sea más probable que nos vaya bien en la vida. Lo que han conseguido es encontrar los marcadores genéticos que nos dan, desde el mismo momento de la concepción, exactamente la misma información.
De la población al individuo
Otra de esas cosas 'irritantes' de la genética es que es poblacional. O dicho en román paladino: que podemos saber muchas cosas sobre grupos de gente, pero muy poco de esa gente en concreto. Por ejemplo, puede establecer que, de cada cien personas con un determinado gen, cincuenta y seis se quedarán calvos; pero no puede decirnos si una persona concreta se quedará calva o no.
Aquí también hay novedades. Conforme vamos conociendo más y vamos teniendo más datos: empieza a ser factible hacer predicciones individuales. Con la psicología diferencial (la rama que estudia las diferencias en inteligencia o personalidad) pasó algo parecido.
Gracias a las grandes bases de datos y a los estudios de normalización, hoy podemos saber (pasando, por ejemplo, un test de inteligencia) que una determinada persona tendrá un mayor sueldo que otra con un nivel de precisión muy elevado. Antes de que me digáis nada: es cierto que el contexto es muy importante. Más que importante, crítico. Pero también es cierto que con suficiente información y algo de estabilidad somos capaces de "neutralizar" el contexto.
Eso es lo más revolucionario de estos nuevos métodos y tecnologías: que estamos dando un paso de gigante hacia la posibilidad de saber qué será de nuestros niños y niñas. Estamos dando un paso excepcional de cara a poder usar esa información para diseñar mejores escuelas, individualizar programas formativos y personalizar políticas públicas y comunitarias.
La profesora Selzam le comentaba a Stuard Richie que este estudio " representa un punto de inflexión en las ciencias sociales y del comportamiento". No se equivoca, esperemos estar a la altura.
Vía: Research Digest