Revista Arte

Una radiografía íntima de la existencia humana anticipada genialmente por el Arte Rococó.

Por Artepoesia
Una radiografía íntima de la existencia humana anticipada genialmente por el Arte Rococó.

A principios del siglo XVIII el Arte no se planteaba otra cosa que agradar con sus creaciones desenfadadas. Pero en el año 1721 el pintor Antoine Watteau compuso un lienzo sobrecogedor. Con el entorno de la representación de una escena de la comedia francesa, con personajes propios de sus obras cómicas de entonces, en el espacio natural de un jardín bien cuidado francés, el cuadro de Watteau expone, en un primer plano desgarrador, la figura sorprendente de un pierrot, personaje o figura recurrente de la comedia francesa. Pero ahora el pintor nos expone una situación extraída de su propia creatividad con los sesgos existencialistas que, para entonces, aún no habrían llevado a plantearse nada existencial de la vida humana. Si había que retratar a un ser humano universal que representara la vida humana el pintor alcanzó la genialidad con esta obra cómica. Nadie está mirando ahora al personaje principal, aunque parece dispuesto éste a representar alguna escenificación cómica. Es la alegoría más estética de la tragedia y de la comedia juntas en una obra de Arte. Está detenido el personaje en su propia interpretación de un papel que parece ignorar incluso. No sabe a qué atenerse, pero tampoco dejará de estar ahí, esperando algo que nadie, ni nada, le indicará ni le obligará ni le aconsejará tampoco. Su gesto es tan melancólico como cínico, no devuelve la mirada porque no tiene conciencia de que deba hacerlo. Parece esperar algo; parece que hasta que no haya una indicación expresa la vida no llevará su movimiento a los miembros adormecidos del pierrot. Los demás personajes están imbuidos de sus papeles con la seguridad que ofrece el guion de una comedia definida. Van a lo suyo sin prestar atención a la figura principal, que el pintor quiere dejar, sin embargo, claramente expresada en su obra. Por eso su tamaño es destacado sobre el resto con el sentido inequívoco de su importancia estética. Pero la representación de este personaje singular no supone ahora nada relevante, no hay nada que haga o exprese él para indicarnos algún mensaje importante. Sólo está su presencia, en ella radicará la importancia del personaje y del hecho que representa. 

El pintor produjo una obra que, bajo la excusa de una representación cómica, expresaba toda la incongruencia trascendente de la existencia humana. ¿Dónde está la importancia de lo representado? ¿En qué consiste reír sobre algo que no tiene ninguna gracia? El pierrot no mira a nada ni es mirado por nada. Únicamente es mirado por nosotros, por el Arte, que obligará a traducir una emoción dentro de otra. Porque ahora no hay ninguna tragedia ahí, no existe nada en la representación que lleve a pensar en el drama vital de una vida humana. La emoción es subjetiva y nadie podrá definirla ni entenderla. No hay nada que pueda salvar la mirada de este personaje, sin embargo. El Arte tiene eso, que hace permanecer eterno el semblante congelado por el trazo creativo de un instante genial. La vida humana está representada ahí y no la veremos, sin embargo. La comedia se enlaza ahora con la tragedia tan sutilmente que no existe ni una ni la otra. Para comprender la escena habría que esperar a ver qué pasó antes o qué pasará después. Pero esto es imposible en el Arte. No hay manera de saber nada de eso. Lo único que podemos hacer es suponer. Suponer, por ejemplo, que la diferencia entre el plano principal y el resto es determinante para poder distinguir una vida de su entorno. La vida humana, la del ser humano individual y concreto, es la única referencialidad para definir una existencia. El resto, la comparsa que rodea al individuo, no es más que ruido, sombra y fragor. Para la esperanza todo sirve, para la definición no. Pero no somos más que seres imbuidos de entorno, de comedia, de personajes entrelazados que, indiferentes, buscarán compensar una visión personal limitada con el aplauso o la consigna abierta de los demás, del aforo, del mundo. La melancolía del personaje de la comedia del arte que el pintor compone es parte de la contradicción que la obra representa. Porque no es el caso ahora que un comediante tan desenfadado pueda sentir algo tan relevante o trágico. ¿Estará fingiendo? 

Hay una realidad que no tiene que ver con la verdad sino con lo que interesa representar de la vida en un instante. Por eso el Arte ayuda a ver este tipo de incongruencias existenciales. Porque no es más que un instante fijado que no admite otros. La vida, a diferencia, admite otros. Y esto la salva, la hace resistente, la hace posible a redimir la confusa indeterminación de un estado personal tan vulnerable. No llegaremos, como en la obra de Watteau, a definir una expresión parecida a su Pierrot porque el tiempo nos auxiliará junto a los otros. Pero el sentido de la verdad de lo que encierra la expresión de este personaje tan humano no dejará de decirnos, claramente, que eso mismo somos nosotros. Para su obra el pintor se situó a la distancia adecuada para poder resaltar a su personaje preferido. En él expresó toda su técnica creativa para resaltar su figura y su mensaje subliminal. Con la figura representó la verdad oculta, con el mensaje una falsedad descubierta. La ocultación de la verdad es a la vida lo mismo que el desvelamiento de la falsedad es al mundo. El pintor concilió ambas cosas, verdad y falsedad, vida humana y mundo, para poder representar la contradicción y la tragedia. Para vivir hay que manejar las dos cosas de la misma forma que el personaje comediante contiene su verdadera expresión de tragedia y comedia. Por eso no la expresa sino con confusión y dramatización artificiosa. No podemos saber la verdadera emoción que encierra el personaje representado como pierrot en esta obra. ¿Está triste verdaderamente, o solo lo finge? El pintor deja eso a la intuición subjetiva de cada uno. Como sucede también en la propia vida cuando la verdad nunca es conocida lo suficiente como para llegar a saberla. Al final, el Arte elogiaría una expresión del propio Arte, esa que lleva a representar una cosa cuando es otra, o parece otra. Pero, sin embargo, el pintor alcanzaría a crear una visión extraordinariamente sensible de la vulnerabilidad humana, esa misma que ofrece ahora entre los matices desenfadados de la comedia burlesca y de un no tan falso entorno dramático.

(Óleo Gilles, 1721, del pintor francés del Rococó Antoine Watteau, Museo del Louvre, París.)


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