Revista Filosofía

Una respuesta.

Por Juanferrero
(Esto es una respuesta a un correo que un compañero me manda)

Llevo un tiempo que caracterizo la Filosofía como teoría de lo que hacemos frente a la teoría de lo que es, y de tus palabras deduzco que estarías más del lado de la teoría de lo que es (así lo voy a suponer porque me resulta más cómodo para la argumentación). Desde el punto de vista de la teoría de lo que hacemos, la perspectiva esencialista no parece encajar mucho, sin embargo, la perspectiva de la teoría de lo que es ha de suponer un imagen del Ser para contemplarlo, desde la otra la contemplación o visión de lo que hacemos no puede hacerse más que in media res, y en cierto modo construyendo la imagen a contemplar que como tal no puede ser más que ficción, porque no es lo que hacemos (aunque haya de hacerse). De esta manera la diferencia entre hechos y acciones se impone, no hay opción. Principalmente porque cuando me refiero a hacer diferencio dos acepciones más o menos, una que significa producir y la otra usar (en griego poiesis y praxis, también está el término chresis que es más antiguo que el de praxis y significa exactamente uso – esto lo cogí de La regla del juego de Pardo, pero coincide exactamente con las saberes productivos y práxicos de Aristóteles, de qué se ocupa la Ética sino es de acciones).

El problema que se plantea es congénito a la Filosofía misma, es el problema del uso, Platón lo trata en el Eutidemo (-¿Y nos servirían para algo si sólo los tuviésemos, pero no los usásemos? Por ejemplo, a propósito de los alimentos, si tuviésemos muchos, pero no los comiéramos; o, a propósito de las bebidas, si dispusiéramos de muchas, pero no las bebiésemos, ¿nos servirían para algo? Eutidemo 280c) y algo hay también en el Sofista

(Extranjero.-Pero, por otra parte, la clase de las ciencias en general y de los conocimientos, el arte del lucro, el de la lucha, el de la caza, y todas las artes que no labran ni fabrican nada, sino que nosproporcionan, por palabras o, por actos, cosas existentes y ya hechas,o las disputan a los que querrían proporcionárselas, ¿no convendría considerarlas todas como partes del arte de adquirir). Necesariamente el problema de las acciones insiste en aparecer, los hechos sin acciones son piezas de museo, o más bien desechos.

Las acciones y más concretamente las acciones humanas revelan el carácter problemático del conocimiento, por ejemplo, desde la perspectiva antropológica llevo un tiempo pensando que lo que distingue al ser humano del resto de los animales, no es ni usar o producir herramientas, ni tampoco conservar alimentos, sino que es una combinación de ambas lo que se conservan son herramientas, y localizar el origen de esto es irresoluble pero plantea un horizonte de problemas muy interesantes. El primero de ellos es el de establecer que especie de homínido conservó herramientas que probablemente no produjeran y que después del uso inmediato suscitado por la urgencia de alimentarse o defenderse les diera por conservarlas. El útil conservado de este modo se desliga de las acciones que resuelven el problema y se convierte en signo que puede sugerir otros usos, otras acciones, otros cálculos. Por supuesto la creatividad no tiene porque ser espectacular, el Homo erectus vivió durante un millón de años con una técnica que parece que no evolucionó mucho, aunque sí que se le atribuye el uso del fuego. Esto es el problema del cálculo práctico, razón práctica pero dependiendo de lo que Bueno llama el sujeto operatorio.

Las condiciones para que hayan acciones humanas dependen de este espacio antropológico, normativo (según el materialismo filosófico) que es desde el que pensamos incluso lo natura,l que por sí mismo no es más que una noción metafísica. Lo natural como concepto es producto de lo normativo que es principalmente una práctica, con una cantidad de hechos en forma de monumentos y documentos enormes, pero que no se resuelven en ellos sino que estos ensuelven todo un sistema de acciones que definitivamente no los convierte en desechos. La pregunta inevitable es: qué son las instituciones sino todo un tipo de pautas que conservan, no los hechos, sino las acciones (las acciones que está por hacer, cara cuestión ésta para un tema tan chungo como es la educación, perdón, quise decir no más enseñanza). Hasta la aparición de las ciudades estados el mundo que parece que se describe es cruel porque toda la potencia de los útiles desligados de sus usos más inmediatos hacen que los seres humanos estén constantemente practicando la medida de su conservación, principalmente como grupos (en una suerte de práctica protomoral terrible, ejemplos de ellos son la Íliada y la Odisea). La ciudad estado es ciertamente un logro con sus contraprestaciones por supuesto.

La contraprestación más negativa es la apropiación por parte del Estado del resto de las instituciones (entre ellas el dinero como institución social por excelencia según la Escuela Austríaca), de las acciones, de algo que es imposible apropiarse (Hegel supone la culminación teórica de este pretendido y falso proceso, la acción como ideal encarnado por el Estado y su política, no es de extrañar que algunos partidos políticos del principios del XX – marxistas, fascistas, hegelianos, y de su puta madre pongan en sus nombres el término Acción, así en mayúsculas).

Para entender lo que significan las acciones y cómo éstas alcanzan la forma de expresión humana más sutil hay que acudir a la Apología de Sócrates verdadero inicio de la Filosofía.

El arte más difícil, que sólo permite la ciudad, es la de ser capaz de que cada unose haga cargo de su conservación (los dichosos grupos frenaron su thanatos líbidinoso, y emergió la moral como problema) , y esto no es una arte productiva, no puede ser más que un tipo de arte adquisitivo, praxis. La pregunta es qué tipo de instituciones han permitido este arte, a saber, qué tipo de instituciones han permitido acciones humanas, las acciones de los hombres de carne y hueso, y no las idealizadas por casi todos los filósofos (Platón, Hegel, Kant, Leibniz, el único que podría salvarse Spinoza).

La respuesta no puede venir más que de una buena teoría ética, una correcta teoría de la razón (que a mí me gusta denominar dialógica), y otra de los estudios históricos, de carácter evolutivo. Estos tres pilares deben de protegernos, al menos teóricamente, de convertir la teoría (de lo que hacemos) en un engendro.

Tu dirás.


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