¡Segundo día en París!
El tiempo se había afeado un poco y el frío se había intensificado, pero nos pusimos la armadura de leotardos bajo los vaqueros, calentadores, calcetines gruesos, gorros y bufandas, y allí que nos fuimos. El paseo elegido para el segundo día fue el de las Islas, aunque mi compañero me propuso modificar un poco la ruta ampliándola visitando también (por fuera) el Centro Pompidou y el Hotel de Ville (el ayuntamiento), y terminando dando un metrazo hasta los campos de Marte.
Paseo propuesto por la Lonely Planet con una pequeña ampliación.
Y así lo hicimos. Tomamos el metro hasta Rambuteau y nos dirigimos directamente al centro Pompidou, el museo de arte moderno de París, donde se pueden encontrar obras de los principales movimientos artísticos, desde el 1900 pasando por Matisse, Picaso, Ernst, Dali, Miró, etc… No teníamos pensado entrar, ya que mi compañero ya lo había visitado, y yo prefería reservarlas piernas para el día de la visita al Louvre, pero sí teníamos la curiosidad de verlo por fuera.
Las opiniones sobre el edificio en sí serán distintas según la persona, a mi no me entusiasma este tipo de arquitectura, pero visto desde lo alto, (en nuestro caso desde las galerías Lafayette que tienen una terraza de acceso gratuito) parece como si alguien se hubiera olvidado un trasto extraño, o el juguete de un niño, en el mar de tejados grises del resto de la ciudad.
Centro Pompidou Centro PompidouDesde el Centro Pompidou bajamos por la calle San Martin hasta alcanzar la Torre St. Jacques (la torre de Santiago) que es lo único que queda de la antigua iglesia de La Boucherie. Construida por el gremio de los carniceros en el siglo XVI era el punto de partida para los peregrinos que salían hacia España por el Camino de Santiago.
Torre de St-Jacques
Continuamos nuestro camino por la calle de Rivoli, hasta alcanzar finalmente la plaza del Hotel de Ville, la casa del pueblo, el ayuntamiento de París. La primera vez que lo ves sorprende tanto por sus dimensiones como por el lujoso estilo neo-renacentista, con más de 100 estatuas de ilustres habitantes de París. En el interior suele haber exposiciones gratuitas, con temática sobre la ciudad. En esta ocasión era una exposición de moda, y decidimos pasar de largo, pues ya había cola a pesar de ser temprano, y nos esperaban las colas realmente largas de la catedral.
Según leímos en la guía, en invierno ponen en la plaza frente al ayuntamiento una pista de patinaje sobre hielo, lo que le da al lugar un encanto especial.
Hotel de Ville Hotel de Ville Hotel de VilleJusto en el puente que hay frente al Hotel de Ville cruzamos el Sena por primera vez, (¡Al menos yo!), llegando así a la Ile de la Cité, la más grande de las dos islas del interior de la ciudad. Es aquí donde está el Punto Zéro, el lugar desde el cual se miden todas las distancias en Francia, y fue desde ese punto desde donde comenzamos a explorar las islas.
Point Zero Puente sobre el Sena con la antigua carcel de la Conciergerie al fondo.Ha coincidido que están celebrando el 850 aniversario de la catedral de París, por lo que se habían instalado unas enormes gradas frente a la catedral, justo en la plaza. Esto daba la sensación de que hubiese aún más gente frente a la iglesia, esperando para entrar. Aunque llegamos temprano, la cola daba toda la vuelta a las gradas, y eso que la entrada es gratuita y no hay que perder el tiempo de hacer el pago. Por suerte la cola avanzaba rápido y pronto estabamos en el interior disfrutando de la grandeza de este lugar. Cuesta creer que después de la revolución francesa la fueran a derruir, y que la fama que le dió la novela de Victor Hugo la salvara de la demolición. Como queríamos entrar más tarde a la Saint Chapelle, decidimos que no subiríamos a las torres (que sí son de pago) pero gastamos bastante rato tanto dentro, como fuera de la catedral.
Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Exterior de Notre Dame Interior de Notre Dame Interior de Notre Dame Interior de Notre Dame Interior de Notre Dame Interior de Notre Dame Interior de Notre Dame Interior de Notre DameInterior de Notre Dame
Notre Dame y el Sena
Con los ojos todavía llenos de gárgolas (capturadas por la otra cámara con teleobjetivo) seguimos nuestro camino después de tomarnos nuestro sandwich en la plaza de San Jean XXIII, justo detrás de la catedral. Cruzamos por el puente de San Louis con la intención de tomarnos un helado en la famosa heladería de Berthillon, pero justo ese día estaba cerrado.
Berthillon
Tras dar un rodeo por la isla más pequeña de las dos, la isla de San Louis, regresamos al punto donde habíamos abandonado la Isla de la Cité, y hicimos otra parada para visitar el memorial de los martires de la deportación. Este monumento recuerda a los 160,000 residentes franceses que fueron deportados y asesinados en campos de concentración Nazi durante la Segunda Guerra mundial. El monumento es gratuito, pero a la entrada hay un señor que amablemente te pide que no utilices el móvil y que guardes silencio. Nos quedamos flipando cuando a una señora francesa le empezó a sonar el móvil a todo volumen, y que lejos de apagarlo, lo contestó y se puso a hablar por teléfono allí mismo. Si te piden poco, tú das menos….
Memorial a los mártires de la deportación Memorial a los mártires de la deportaciónSeguimos avanzando hasta llegar al puente de las Artes, donde hay miles de candados amarrados al puente, que la gente ha dejado allí por amor, o por diversión. Es un lugar curioso y algunos candados estaban realmente chulos.
Candados del puente de las artes Candados del puente de las artes Candados del puente de las artes Candados del puente de las artesDesde este puente llegamos al mercado de las flores que es el mercado más antiguo de París y que los domingos se llena también de pájaros.
Mercado de las flores Mercado de las floresNuestra siguiente parada del día era la Ste-Chapelle, el único monumento en París (sin contar el Louvre) al que hemos entrado pagando entrada. Era una de las cosas que sí me llamaban muchísimo la atención de París. Desde el día en que ví por primera vez una fotografía de este lugar en un libro de Historia del Arte en el instituto tenía curiosidad por visitarla y ver como se había erigido ya en 1248 una iglesia cuyas paredes eran sólo cristal. La Revolución Francesa destruyó al menos un tercio de las vidrieras originales y la capilla tal como la vemos hoy es una restauración del siglo XIX, aunque se supone que es fiel al original.
Pensado fríamente, este lugar no deja de ser un acto de egolatría y soberbia, pues se construyó para albergar la colección personal del rey francés Luis IX de reliquias sagradas, entre ellas, supuestamente, la corona de espinas de Cristo en su pasión. Esta reliquia fue comprada a Costantinopla por mucho más de dinero incluso de lo que costó hacer la capilla en sí. Aunque seguramente fue por todos estos hechos que es el único rey que ha sido canonizado, conociéndose como San Luis.
Interior de la capilla inferior de St-Chapelle
St-Chapelle St-Chapelle St-Chapelle St-Chapelle St-Chapelle St-Chapelle St-ChapelleInterior de la capilla superior de la St-Chapelle
Sea cual fuera el motivo para la creación de este lugar, la verdad es que es bastante impresionante, y no me arrepiento en absoluto de haber pagado los 8,5€ que cuesta la entrada para mayores de 18 años.
Sauce en el extremo de la isla del Pont Neuf. Bouquistines frente a Notre Dame Pont Neuf, sobre el SenaEn nuestro camino hacia el final del paseo por las islas, pudimos ver muchos de los llamados “bouquistines”, una serie de puestos de metal verde donde se venden libros que ya no se editan, postales extrañas o posters antiguos, y que por la noche se cierran como si fueran un maletín, y se quedan allí enclavados al muro del puente hasta el día siguiente.
El paseo por la Ile de la Cité terminaba en el extremo opuesto de la isla a donde está Notre Dame, en el llamado “Pont Neuf” que es en realidad el más antiguo de los “puentes nuevos” de la ciudad. En esta zona se encuentran también los jardices de Dauphine y la Plaza du Vert Galant, donde un sauce señala el final de la isla. Si hace buen tiempo, este es el lugar perfecto para tomarse el sandwichillo del almuerzo.
Pero como el tema del buen tiempo no era nuestro caso, decidimos continuar la visita, y con un metrazo haciendo uso de nuestro pase NaviGo, nos plantamos en un santiamén en la parada de École Militaire desde donde accedimos a los llamados Campos de Marte. En estas fechas el césped de los campos de Marte estaba cerrado para dejarlo descansar, por lo que sólo se podía deambular por los cuadrantes, pero aún así la vista es impactante. La torre Eifell que se divisa al principio a lo lejos, va creciendo ante tus ojos hasta que de repente estás debajo de ella y hasta puedes vislumbrar las personitas que suben y bajan por las escaleras.
Torre Eiffel Torre Eiffel Torre Eiffel Torre Eiffel Torre Eiffel Torre Eiffel Torre Eiffel Torre EiffelDespués de un rato de pensarlo, decidimos que no subiríamos a la torre. Mi compañero ya había subido en otra ocasión y en el día de hoy hacía mucho frío y la visibilidad era regular. Decidimos que sin en otro momento del viaje se abría un poquito el cielo, pues nos veníamos en el metro hasta aquí y subíamos, pero cuando esto finalmente pasó, estábamos ocupados haciendo otras cosas en otra parte de la ciudad, con lo que finalmente no subimos, aunque realmente no me pesa.
Así que lo que hicimos fue cruzar la calle y continuar hasta la plaza de Trocadero, donde estuvimos un rato fotografiando la torre Eiffel mientras anochecía, pensando que la iluminaban a una hora, cuando finalmente nos dimos cuenta que sería a la hora siguiente, con lo que decidimos alejarnos un poco para buscar un café (que costase máximo 3€) para luego volver ya con algo calentito en el cuerpo. Y eso hicimos.
Torre Eiffel desde Trocadero Torre Eiffel desde Trocadero Torre Eiffel desde Trocadero Torre Eiffel desde Trocadero Torre Eiffel desde Trocadero Torre Eiffel desde TrocaderoCuando volvimos a la plaza de trocadero, sin embargo, había muchísima más gente que se habían reunido para ver las “chiribitas” de luz que recorren la torre cada hora en punto una vez que ha anochecido. Aún así pudimos hacernos con un huequito para esperar nosotros también los destellos de luz. Personalmente me parece más bonita la torre simplemente iluminada y no con el efecto flash, pero no deja de ser otro detalle simpático de la ciudad.
Torre Eiffel iluminada Torre Eiffel iluminada con destellosUna guinda preciosa para un día perfecto. Finalmente, con las piernas reventadas de andar todo el día, pero con el corazón y el espíritu llenos, emprendimos el camino de regreso a “casa”, donde nos esperaba nuestra mini cocina donde hacernos una pasta y nuestro cuarto compartido donde caer rendidos para al día siguiente seguir con nuestra aventura por el barrio de Le Marais y la bastilla.
La Torre Eiffel iluminada.