Revista Cultura y Ocio
Una sombra en Pekín, de José Ángel Cilleruelo: cuatro notas
Publicado el 06 diciembre 2011 por Mora Fandos @MorafandosI. Solo podemos contar, contar el cuento, desde el final. Conel final, de algún modo, ya dado (aunque no sepamos, despiertos, cuál es; el cuento sí lo sabe). Lo observaba Aristóteles en la Poética (y si escribimosalgo ahora, solo será una nota al pie del filósofo). Esta fábula vestida deraso realista, Una sombra en Pekín,cuenta esa paradoja, tan vibrante cuando se trata del cuento de la propia vida.
II. La narración te lleva. El narrador en primera personasostiene el ritmo. A mí, me ha llevado a la atmósfera contemplativa de esosmundos orientales, esas películas o libros donde alguien tiene una claravoluntad de contar reflexivamente. Y me ha sorprendido el claroscuro humano queCilleruelo muestra en el personaje principal, sobre el que nos abre una ventanapara poder ver más que lo que el propio narrador ve. Un incierto fatalismo, la apáticademora para el amor… mientras las florecillas de loto germinan en las charcasdel camino... como si escribieran el epitafio de la vida de todos los hombres.
III. Fábula: dícesede ese entarimado de palabras en que los personajes, los lugares, las accionesvibran arquetípicamente. Buena fábula: … en que la vibración es mínimamentesentida, como en Una sombra en Pekín.
IV. He disfrutado con la magnífica edición: pequeñoformato, ilustraciones poéticas en aguafuertes, negros y azules sedantes, de Juan Gonzalo Lerma; y conel andante de la narración, el lirismo contenido, como un haiku que se expandesin traicionarse, la elegancia para referir la sordidez de la vida en la granciudad, en Pekín, donde se puede ser no más que una sombra; la metaliteraturasin etiqueta, que apunta hacia esa misteriosa identificación de narración yvida…
Libro e historia con esa rápida virtud de envolver allector, como una humeante varita de sándalo.