Beso. Espalda. Error. Camino. Adiós. Vencer. Sonrisa. Amanecer.
Puede que cada uno de nosotros tenga mil imágenes para cada una de esas palabras. Puede que llevemos pegados a la piel mil besos, y que la palabra “espalda” sea para unos el recuerdo de un dolor o una despedida, donde otros ven el recorrer de unos dedos delimitando perfiles sobre ella. Para muchos, “error” siempre será lo que les pasa a los demás y pagan ellos, mientras que siempre habrá gente que piense completamente lo contrario. Todos ellos pueden coincidir o no en que “camino” se refiera a un paseo en el campo en lugar de en la vida, en que “adiós” sea siempre para siempre o para dentro de un rato, en que “vencer” nunca tiene demasiado sentido si el precio somos nosotros mismos.
O una sonrisa. ¿Cuantas imágenes nos trae esa palabra a la cabeza a cada uno de nosotros? La sonrisa de un niño, de ella, de él perfilada por la luz de la ventana. La del desconocido, la del que nos gustaría conocer. La sincera, la que no mostramos, la primera que dimos una tarde de abril. Y para mi, un amanecer será un comienzo al tiempo que habrá amantes que no quieran ver ninguno.
Palabras. Palabras que nos hacen y que definimos, que nos llenan, nos perfilan, nos limitan, nos empujan, rodean, recuerdan, cautivan. Palabras que nos llevan de la mano o nos golpean. Que nos abrazan o nos empujan. Palabras como las que utiliza Juan Osborne para dibujar mil cosas, para hacer que las mil palabras que dicen que vale una imagen además, las dibuje. Hay que tomarse su tiempo para verlas de cerca y leerlas, y es más que recomendable darse un paseo tranquilo por su web para tomar conciencia de sus estupendos trabajos.
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