Revista Psicología

Una vida sencilla, una muerte sencilla

Por Cambiopositivo
Un anciano maestro se estaba muriendo. Se había echado sobre la hierba, bajo un frondoso árbol.
Sus discípulos le rodeaban, compungidos, y alguno de ellos no podían contener el llanto.
La tarde había ido declinando y el sol se ponía en el horizonte.
Reinaba un silencio perfecto, casi sobrecogedor, cuando el maestro dijo:
-Que nadie se aflija ni se apene, que nadie se desconsuele ni se atribule.
Lo que debe ser será. Al amanecer, los rayos del sol extinguen la gota de rocío;
el río desemboca en el mar; al amanecer sigue el ocaso y a la vida, la muerte.
Los discípulos rodeaban al maestro.
-Todavía me queda energía para transmitiros la última lección-el anciano forzó
una cariñosa sonrisa-.
Una vida sencilla, una muerte sencilla. No hay otro secreto. Llega el placer y gozas, pero sin aferrarte;
llega el sufrimiento y sufres, pero sin resentimiento.
Hay que aprender a disfrutar y a sufrir;
hay que aprender a vivir en cada momento, con sencillez, sin apego ni resistencia,
sintiendo que todo es importante por igual: lo pequeño y lo grande.
Aprender a ser armónico en lo inarmónico y sosegado en el desasosiego.
Una vida de hermosa simpleza, sin inútiles resistencias.
Hay tempestad y hay calma, pero el equilibrio está dentro de uno mismo.
Escuchadme bien, amados míos: una vida sencilla, una muerte sencilla.
En ese momento el anciano se extinguió, con el último rayo de sol.
Dice el Maestro:Se vive, se muere. Nada es tan hermoso como la sencillez.
   Extraído del libro Cuentos del Lejano Oriente
Una vida sencilla, una muerte sencilla       

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