Uñas de guitarrista

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El verano toca a su fin y, los pies comienzan a cubrirse. Afortunadamente. Alguien dijo una vez que los zapatos dicen mucho de quien verdaderamente se es. Para serles sincera extrajo tan sabia conclusión de un episodio de CSI en el que mataban a una mujer de las que fuman. Y Grissom y compañía deducían su ralea no del lujosísimo reloj joya, a todas luces un generoso regalo, sino por los zapatos baratos de la víctima. El delito de la pobre finada, al parecer, no era ser puta sino comprar en los chinos. Pero lo que Grissom ignoraba es que las uñas de los pies de una persona pueden decirlo todo. Absolutamente. Sobre todo las uñas de los pies de los hombres.

Hasta la fecha tenía dos indicadores infalibles para detectar tarados: Si odiaban el fútbol y no toleraban el café. Pues bien, señoras, estarán con ella si les dice que hay un tercero: el estado de las uñas de los pies. ¿Por qué no se las cortan, por el amor de Dios? Ha mantenido conversaciones delirantes con conocidos porque ella no podía dejar de mirar aquellos mejillones hipnóticos, aquellas garras de águila real, asomando triunfales de las hawaianas de imitación, ufanas por su oreo veraniego.

Unos pinreles asilvestrados dicen mucho de un hombre. Por ejemplo que esa relación no saldrá bien. O que está demasiado ocupado ganando dinero pero, al parecer, no el suficiente para costearse una pedicura decente. Lo de guarro se presupone como el valor en los soldados. También que es un vago porque con semejante longitud es imposible calzarse deportiva alguna. Pero también demuestran una gran despreocupación y seguridad en sí mismo, entre otras virtudes insospechadas. Quizá esas uñas de guitarrista en los pies tengan alguna utilidad que ella desconoce. Como falcarse, diligente, en el trampolín de la piscina municipal…