Por Ileana Medina Hernández
¡Y es una fuerza que nadie la para! Una fuerza inédita en la historia que hasta ahora conocemos. Lo más revolucionario e invencible que pueda imaginarse.
La historia de las mujeres a lo largo de los siglos pasados es bien conocida: desde la quema de brujas, a la privación de todo derecho civil. Un mundo construido por los hombres y para los hombres. Es más, un mundo construido únicamente a la medida del hombre blanco cristiano europeo heterosexual y rico.
En el siglo XX, el feminismo, con Simone de Beauvoir a la cabeza, comenzó a cambiar poco a poco ese panorama. La incorporación masiva de la mujer al trabajo remunerado ha sido uno de los hitos fundamentales de la historia de la humanidad.
En el inicio del feminismo, pareció que sólo al precio de renunciar a la maternidad era posible insertarse en el mundo público productivo-laboral históricamente masculino.
Las feministas del siglo pasado (las pioneras, y también sus grandes figuras últimamente noticia, como Lidia Falcón -75 años-; Amparo Rubiales -65 años-; Celia Amorós -66 años-; Elisabeth Badinter -66 años-) y todas las mujeres de la generación de nuestras madres que se incorporaron al mundo laboral, a veces pagando precios muy altos en su propia vida personal, hicieron una gran obra para que hoy todas nos encontremos donde estamos.
Hoy, sus hijas sabemos que es posible recoger esa bandera y ampliarla, para no dejarnos nada por el camino: embarazo, parto y lactancia son parte de la sexualidad femenina, y la lucha por ampliar los derechos para poder disfrutarlos debidamente, ha sido y debería ser un contenido feminista.
A pesar de que todavía falta mucho para lograr la plena igualdad de las mujeres en todos los planos, cada vez más mujeres sabemos que no es incompatible tener acceso al conocimiento, a la cultura, al trabajo remunerado, incluso a los altos cargos, con poder vivir nuestra maternidad de modo pleno; como los países nórdicos demuestran.
Ministras, diputadas, actrices, cantantes, altas ejecutivas, se embarazan y paren exhibiendo su felicidad ante las cámaras. El tabú sigue siendo la lactancia, que es lo único que nos falta compatibilizar con todo lo demás.
La pregunta de por qué la lactancia sigue siendo tabú, un tabú del que no se puede hablar aunque la ciencia médica en pleno y el sentido común coincidan en que "ninguna intervención sanitaria proporciona tantos beneficios sobre la salud a tan poco coste (coste cero)." merece un post aparte.
Pero hoy, cada vez más mujeres sabemos que no es imposible cambiar el sistema económico para que las mujeres podamos tener profesión y maternidad plena. Y que eso, es lo mismo que decir que todos, hombres, mujeres y niños equilibremos nuestras vidas, y seamos más libres y mejores.