Para algunos, son la pesadilla recurrente, el monstruo abominable que acecha entre las sombras más siniestras. Da igual que seas un poderoso editor, un brillante escritor o un modesto articulista, nadie puede escapar de… ¡los temibles plazos de entrega!
Pero si hay alguien que sufre en toda su intensidad la presión constante de tener que entregar las páginas, esas páginas que tendrían que estar listas desde hace tres semanas y media, esas páginas que todavía siguen en blanco… Sí, queridos lectores, ese alguien al que nos estamos refiriendo es el sufrido dibujante de comic books.
Y es que tener que completar una veintena de páginas al mes, y a veces también la portada, exige esfuerzo, dedicación y, por encima de todo, disciplina.
A lo largo de la historia, son muchos los creadores de talento que se han quedado en el camino precisamente por la imposibilidad de seguir el frenético tren de trabajo que impone la industria. En algunas ocasiones, esos dibujantes terminan dedicándose a la ilustración o a la publicidad; otras veces buscan ocupaciones que nada tienen que ver con sus aptitudes artísticas. En fin, hay historias para todos los gustos, pero os garantizo que ninguna como la que vais a leer a continuación.
Érase una vez un dibujante marveliano, al que llamaremos simplemente Sarko, para entendernos (nada que ver con cierto ex-presidente galo, ¡no vayamos a liarla!) A menudo, la trayectoria profesional de Sarko se ha visto truncada por su incapacidad crónica para cumplir… ¡los temibles plazos de entrega! A Sarko lo que le gusta realmente es echar horas jugando a la Playstation o a la X-Box… y, teniendo la tentación en casa, ¿quién sería capaz de resistirse? Sin embargo, por algún extraño motivo, los desconsiderados editores parecen creer que las tribulaciones de Sarko son simples excusas: que si se le ha muerto un tío, que si han envenenado a su perro de peluche, que si se ha lesionado la mano en un accidente de coche, que si se ha casado una prima carnal, que si se le ha vuelto a lesionar la mano… “Oye, ¿eso no es lo mismo que dijiste el mes pasado?” “Ya, pero ahora se me ha lesionado jugando a la Play. Es que hicimos un torneo este fin de semana.”
Nuestro amigo Sarko tuvo una brillante idea en la más pura tradición superheroica: ¿Por qué no utilizar una identidad secreta para reintroducirse en el mercado americano?
Total, que los editores se hartan de él y deciden darle puerta. Apesadumbrado, Sarko encuentra refugio en el cálido manto familiar. Y como está a gusto, se queda allí una temporada… tal vez demasiado larga.
Llegado el momento, su abnegado progenitor le hace ver la conveniencia de ponerse de nuevo en marcha: “¡Niño, o sales a buscar curro o te lo busco yo!” Ante la lógica aplastante de tan ecuánime razonamiento, Sarko se anima a probar fortuna en el ramo de la construcción. Pese a la dureza del trabajo, Sarko se niega en todo momento a renunciar a sus sueños, sintiendo que el futuro le reserva grandes desafíos a la altura de su ambición creativa. Un día, la inspiración le golpea con la fuerza de un ladrillo forrado de adamántium: como ha pasado casi un lustro, se han producido numerosos cambios en los equipos de las grandes editoriales. Ahora hay muchos editores nuevos que desconocen quién es. ¿Por qué no aprovecharse de ello? En una audaz maniobra, Sarko opta por reinventarse a sí mismo, toma prestado el nombre de un familiar cercano e inicia una nueva carrera con la identidad de… ¡Jacinto Precipicio!
Con semejante nombrecito, no es de extrañar que luego pasara lo que pasó, ¡pero no nos adelantemos a los acontecimientos!
Esto empieza a parecer una película de espías, ¿a qué sí?
Tras unos inicios titubeantes, nuestro dibuagente secreto consigue que le dé trabajo un editor, al que llamaremos simplemente El Editor… ¿Qué otra cosa esperabais? La verdad es que íbamos a llamarlo Pedro White, pero resulta que el nombre ya estaba cogido.
El problema de Sarko/Jacinto es que su estilo resulta bastante reconocible. Además, tiene un pecadillo de vanidad y gusta de autorretratarse en los cómics que dibuja. Y como se siente seguro en su nueva identidad, va el tío y planta su geta en una ilustración a página entera en medio del cómic. ¡Una “splash page”! Si esto fuera un episodio de CSI, llegaríamos a la conclusión de que, en el fondo, lo que quería Sarko es que lo pillaran. Pero como no lo es, mejor nos ahorramos las observaciones psicológicas, que luego vienen los problemas legales…
Inevitablemente, Internet acaba haciendo saltar por los aires el inocente engaño que había urdido el pobre Sarko (ya se sabe lo que es la red, ¡el origen de todos los males!)
Aunque su reacción inicial es negarlo todo, a la postre no le queda más remedio que confesar. El Editor decide perdonarlo y darle una nueva oportunidad. En realidad, ya sospechaba que Jacinto y Sarko eran la misma persona… ¡A ver si vais a pensar que El Editor era tonto!
Nuestro autor se arrepiente de todos sus pecados, hace propósito de enmienda y se convierte en una “superstar” marveliana por derecho propio. Y todos fueron felices y comieron perdices en el Edificio Baxter… The End.
Siempre se ha hablado de los “duendes de imprenta” para justificar errores editoriales de todo tipo. Pero… ¿y si existiera también un “duende de estudio”? ¡Él seria el auténtico responsable de que los creadores no entregen sus trabajos a tiempo! ¡¡Mirad cómo sonríe el condenado guasón!!
Ilustración Copyright © 2012 Sam Kieth
Bueno, eso es lo que me gustaría contaros, pero… ah, ya intuíais que aquí venía un pero, ¿verdad?
Por desgracia, cambiar de identidad no te sirve de nada si no eres capaz de respetar… venga, repetid todos conmigo… ¡los temibles plazos de entrega! (Vale, vale, veo que vais pillando la entonación adecuada.)
De modo que Sarko vuelve a las andadas, y su editor acaba prescindiendo de él, eso sí, con todo el dolor de su corazón.
Inasequible al desaliento, el artista recala en un pequeño sello independiente, con el que ha venido colaborando hasta el día de hoy de manera más o menos esporádica, principalmente como portadista. También se saca algún dinerillo extra realizando ilustraciones por encargo, eso que los americanos llaman commissions.
No es que sea un final feliz, ya lo sé, pero es el único que tengo para ofreceros. En el mundo en el que vivimos no abundan los finales felices, ni siquiera en los comic books.
¿Volveremos a saber de Sarko en Marvel algún día…? ¡Ojalá! Mientras haya rotación de editores, siempre mantendremos viva la llama de la esperanza. No sé cómo ni cuándo, pero estoy convencido de que nuestro dibujante volverá a cabalgar sobre las viñetas del imperio americano tan pronto como se le presente la ocasión. Y hasta es posible que acabe descubriendo que los temibles plazos de entrega no son tan temibles, después de todo. Si te paras a pensar en ello, sólo es cuestión de aplicarse un poco más, ¿no? ¡Ánimo, campeón, que tú puedes!
Vamos a ir terminando, que ya toca. Pero antes, una puntualización: aunque no haga falta con unos lectores tan perspicaces como vosotros, convendría dejar claro que nuestro relato de hoy es completamente ficticio. Sí, sí, sí… de verdad de la buena que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Como diría Alan Moore, esta es sólo otra historia imaginaria más. ¿Acaso no lo son todas…?
No sabemos si esta imagen podría considerarse la metáfora de un cerebro creativo en plena ebullición, pero cualquier excusa es buena para reírse con Rasca y Pica, los personajes más animados de los Simpson.