Interlocutor desconocido.- ¿A dónde caminas Platón?
Platón.- Exactamente aquí mismo, después veremos donde llego a estar…
Interlocutor.- No se puede decir que se estés especialmente alegre.
Platón.- No es tarea fácil mantener en estos días ánimo para seguir adelante.
Interlocutor.- Cierto, la muerte de Sócrates ha sido muy dura, sin duda, era muy buena persona.
Platón.- Me parece que la muerte de Sócrates, no es la muerte, sin más, de una “buena persona”, de éstas ocurren muchas todos los días. Y aunque nos entristezcan de una manera o de otra seguimos caminando. Pero desde que murió Sócratessiento que no sé si seré capaz de dar un paso más.
Interlocutor.- Sin embargo, parece que el propio Sócrates no hizo mucho por salvarse.
Platón.- ¿Cómo dices?
Interlocutor.- Es de todos bien sabido que si hubiera utilizado otras palabras a las que utilizó, el juicio no habría tenido el desenlace que tanto te apesadumbra.
Platón.- Precisamente son estas palabras las que más me inquietan, las que no dejo de oír a todas horas. Y siento que no pudo decir otras, que era imposible que dijera otras, y sin embargo, como tú, y como otros, me pregunto ¿por qué no habló de otra manera?, y ahora, aunque no estuviera en esta ciudad estaría en algún lugar cercano y podríamos disfrutar de él.
Interlocutor.- ¿Qué hiciste esos días, Platón?
Platón.- No tengo apenas recuerdos claros de esos días, nada más que el martilleo de sus palabras, y una, apenas recién conquistada, certidumbre, no creo que sea capaz que pueda dedicarme a los asuntos de la ciudad… Bueno, en realidad no sé a partir de ahora de lo que seré capaz.
Interlocutor.- Ánimo Platón, hubo otros a los que se les acusó y se les sentenció a muerte y que no parecían especialmente culpables.
Platón.- No entiendo que significa eso de “no parecer especialmente culpables”. Lo que se ha cometido con Sócrates es una injusticia. Y no creo que haya acontecimiento venidero capaz de repararla, ni en este mundo ni en otro. Va siendo hora que nos despidamos.