Revista Arquitectura

URBACT | Espacio Público y Nuevo Activismo Urbano

Por Ecosistemaurbano

URBACT | Espacio Público y Nuevo Activismo Urbano

El solar había permanecido vacío y vallado desde que se demolió el edificio que lo ocupaba hacía varios años. Las medianeras eran interesantes testigos de como se construía antes y las sombras que proyectaban los edificios circundantes hacían de aquel hueco un espacio donde solo pasar o estar un rato era agradable por el frescor que despedía. No había nada. Al principio tierra apisonada sobre los escombros de los cimientos.  Luego con el tiempo comenzó a crecer la hierba y la gente empezó a arrojar papeles, botes: basura “ligera” y algún que otro mueble. Para evitar males mayores el ayuntamiento lo cerco y autorizo a la propiedad algunas vallas publicitarias. Al séptimo año, el solar seguía sin uso. Las medianeras se degradaban con la lluvia y provocaban problemas en las casas adyacentes, las ratas habían encontrado un lugar habitable y se alimentaban de la comida que una señora arrojaba a unos gatos que habían huido aterrados hacia tiempo.

El solar, ya casi despojado hasta de su condición de espacio urbano por la basura y el cerramiento deteriorado estaba en una de las principales calles del centro de la ciudad, otrora boyante eje comercial y hoy en proceso de recuperación después de un par de décadas de decadencia.

La gente que pasa -del barrio o de fuera- se pregunta por qué no se construye, o aun mejor, se aprovecha mientras llega este momento. En el barrio no hay parques dignos de tal nombre, solo algunas plazas con más granito que árboles, y escasean los equipamientos culturales y deportivos para jóvenes y niños.

Este contexto podría situarse en cualquier ciudad española o europea aunque pensemos en Madrid, y refleja una situación habitual en nuestras calles, especialmente en los centros históricos. La falta de agilidad institucional, las trabas burocráticas y las inercias en el planeamiento a menudo impiden que estos espacios temporales sean puestos en usos de forma sistemática y óptima empleándolos como elementos de integración socio espacial en los barrios.

En este articulo se va a dar cuenta de la incorporación de nuevos espacios públicos en la ciudad a partir de la apropiación de espacios urbanos liminales por parte de lo que llamaremos nuevos activistas urbanos.

La transición entre espacio público y lugar social consiste en la transformación de unas propiedades estrictamente espaciales –un solar por definición es un hueco sin uso-  en una realidad urbana multidimensional que puede ser definida desde lo cultural, lo arquitectónico, lo social, lo político o lo simbólico. La apropiación del espacio público es un acto consustancial a este, es la acción que le ha dado contenido y sentido a través de la historia. El urbanismo planea espacios públicos para ser apropiados por la población residente o visitante, pero a menudo con severas restricciones a esa apropiación. Los usos que se otorgan a los espacios planeados están cada vez mas definidos por las restricciones a usos o prácticas no deseadas. Así muchos de nuestros espacios públicos, sobre todo en determinadas partes de la ciudad, nacen o renacen (tras una rehabilitación) con serias limitaciones a su uso natural por cuestiones de percepción de inseguridad,  de facilidad en la limpieza etc. En Madrid, algunas de las principales plazas del centro, las de más reciente remodelación, son superficies lisas de granito con escaso arbolado y mobiliario urbano.

Las estrategias de apropiación que se regulan desde la administración pasan por la mercantilización del espacio mediante pequeñas ferias, mercadillos o actividades socio-culturales con patrocinio privado. Esta actividad atrae público y dota de cierta identidad hasta “tematizar”  dichos espacios. Estas estrategias a menudo limitan o impiden otras dinámicas socio-comunitarias que son las que otorgan a un espacio en la ciudad el carácter de lugar. El carácter estancial del espacio público deviene en lugar de paso o consumo. Diversos autores han señalado la importancia de la dimensión cotidiana de los espacios públicos como espacio de interacción, identidad y encuentro en los barrios. Un espacio público vivible y vivido, hecho suyo por vecinos y visitantes es a menudo garantía de seguridad y de integración.

La demanda de unos espacios públicos adecuados a las necesidades de los ciudadanos ha sido tradicionalmente una reivindicación de las asociaciones vecinales madrileñas Con mayor o menor fortuna según el barrio, la capacidad de movilización y el momento político, la ciudad se fue equilibrando a partir de los años 80 en sus distintos barrios en relación a parques, plazas o paseos, entre otros equipamientos.

En los últimos tiempos se han venido produciendo nuevas formas de movilización y apropiación de espacios urbanos para convertirlos en espacios públicos en la ciudad de Madrid. En este artículo se va a dar cuenta de algunos casos de dichas apropiaciones en distintos entornos urbanos y por parte de diversos colectivos que hemos dado en llamar nuevos activistas urbanos. El objetivo es definir algunos escenarios de apropiación transformadora del espacio urbano convirtiéndolo en lugar y contribuyendo a aportar un valor añadido no sólo al espacio en sí, sino al barrio y a sus residentes.

Los nuevos activismos urbanos no tienen las mismas estructuras que los movimientos sociales tradicionales, en realidad no tienen un patrón común, sino que representan un continuo que va desde nuevas expresiones de movimiento social como el movimiento de ocupación, hasta simples convocatorias ciudadanas puntuales, pasando por la intervención voluntaria de colectivos de profesionales sobre el espacio urbano.

Durante los últimos años y de manera creciente se han estado produciendo acciones de diverso tipo sobre espacios urbanos tanto en el centro como en la periferia. Los objetivos son diversos, como diversos son los colectivos que los impulsan, pero en general consiste en transformar un espacio urbano en un lugar público dándole usos efímeros, temporales o con cierta vocación de transformación permanente.

Vamos a comentar algunas de estas apropiaciones que podrían dar lugar a una cierta tipología, si bien el carácter de este tipo de acciones es heterogéneo, variado e imprevisto en cuanto a su contenido, a sus dimensiones y a sus medios.

Apropiaciones de espacios urbanos consolidados: Los “Desayunos en la Luna [1]” consistieron durante muchos meses en desayunos periódicos vecinales donde cada uno aportaba algo de comer y beber. Grupos de entre 70 y 100 personas utilizaron una plaza dura, recién rehabilitada, pero con muy pocos incentivos para el uso comunitario más allá de los eventos comerciales que se desarrollan continuamente ahí. No había organizaciones detrás sino un pequeño grupo de personas que deseaban recuperar el uso comunitario de una plaza y relanzar la idea del encuentro en la calle para compartir tiempo y espacio construyendo un lugar efímero pero de referencia periódica para los asistentes y los residentes que se iban incorporando al verlo.

Apropiaciones de espacios urbanos intersticiales: Por espacios intersticiales nos referimos a lugares, generalmente solares o huecos que existen en la trama urbana consolidada por demolición, titularidad ambigua o falta de uso específico. Estos espacios pueden estar años sin uso o incluso nunca haber sido urbanizados. Como en la descripción al comienzo de este artículo, son espacios muy valiosos para los barrios porque a menudo en los centros urbanos no hay suficientes espacios públicos. Su uso temporal, hasta que la propiedad inicie la urbanización o se ejecute su uso original, puede ser una magnífica oportunidad para desarrollar proyectos temporales comunitarios donde combinar nuevos equipamientos de ocio y estanciales con procesos participativos ciudadanos, especialmente con los grupos que menos participan y que más usan estos espacios: niños y madres, jóvenes y mayores. Las acciones también persiguen la consolidación de los nuevos usos comunitarios frente al abandono endémico transformándolos en nuevos equipamientos permanentes. Desde el Ayuntamiento, la Oficina del Centro ha intentado poner en marcha una iniciativa para dar uso temporal a estos solares, pero la falta de voluntad política y de una mínima coordinación han paralizado este proyecto para el que incluso se hizo un concurso de ideas con el Colegio de Arquitectos.

No obstante se están produciendo apropiaciones de solares con fines comunitarios en Madrid que están originadas en iniciativas reivindicativas y de empoderamiento vecinal. Dichas apropiaciones tienen lugar en espacios sin una titularidad específica como el que ha utilizado el colectivo La Piluka para desarrollar un huerto de ocio en pleno barrio del Pilar de Madrid desde 2006. En el centro de Madrid el proyecto Esto es una Plaza negoció durante meses para que un viejo solar del Ayuntamiento en el barrio de Embajadores se convirtiera en un espacio público con un huerto urbano y actividades comunitarias. Tras concederse el permiso la primera vez,  las excavadoras municipales entraron y lo destruyeron todo debido a un malentendido. Hubo que volver a empezar y el proyecto poco a poco se ha consolidado. Artistas urbanos, residentes en el barrio, algunos profesionales del urbanismo y la comunicación integran el grupo heterogéneo que ha sacado el proyecto adelante a lo largo del último año. Un ejemplo de apropiación de espacios como acción política es la que está llevando a cabo el conjunto de colectivos El Patio Maravillas en otro solar municipal del centro de Madrid, como parte de un Plan Urbanístico Alternativo que preparan para el barrio de Malasaña. El Patio, que surge a raíz de la ocupación de dos edificios en proceso de especulación inmobiliaria, pretende poner control a dichas prácticas y a otras asociadas como el mobbing inmobiliario, el abandono de edificios hasta su ruina o la construcción de mini-apartamentos en lugar de pisos donde puedan vivir familias.

Apropiaciones de espacios liminales: La ciudad de Madrid en sus límites físicos alberga uno de los lugares más marginales de España: la Cañada Real. Es un antiguo camino ganadero que durante las últimas décadas se ha ido llenando de viviendas, almacenes y explotaciones agropecuarias generalmente en un limbo legal. La Cañada alberga, en sus 15km y sus 50.000 habitantes uno de los mayores supermercados de droga de Europa y asentamientos de chabolas en condiciones infrahumanas, como el denominado El Gallinero ocupado por gitanos de origen rumano. Desde su aparición en los medios de comunicación como un tema recurrente hace unos tres años, La Cañada ha sido objeto de intervención por parte de diversos colectivos de profesionales de la arquitectura y el urbanismo. Sin que haya más que una mínima coordinación o proyecto común, se comparten algunos objetivos, como son el de dignificar el entorno urbano y de espacios públicos de la Cañada y ofrecer a sus residentes, tanto los que más asentados y organizados como los más precarios, opciones urbanas más dignas y habitables. Se han realizado intervenciones en el espacio público como unas gradas para presenciar espectáculos o eventos deportivos o un aula de formación a partir de contenedores metálicos. Ahora se trabaja en un Plan Director Alternativo. Algunos de estos colectivos se han articulado con la sociedad civil local (parroquias, asociaciones de vecinos) o han entrado en contacto con los residentes directamente donde no existía este tejido.

Las nuevas formas de activismo urbano en Madrid están planteando nuevos retos en los espacios públicos de la ciudad. Las iniciativas micro buscan desarrollar y consolidar ámbitos comunitarios alternativos y nuevas formas de governanza social cubriendo carencias y desarrollando oportunidades en los vacíos físicos y administrativos que el gobierno municipal no consigue llenar en los barrios.  La temporalidad y la estructura de red informal hacen que los proyectos sean innovadores y flexibles ofreciendo nuevas formas de participación y de consolidación de espacios públicos –lugares urbanos- que antes han sido invisibles, pero que son imprescindibles.

[1] Los Desayunos en la Luna, se ubicaron en la popularmente conocida como Plaza de la  Luna, en el Distrito Centro de Madrid cuyo nombre oficial Plaza de Santa María Soledad Torres Acosta.

Escrito por Andres Walliser (@andreswalliser)

Fuente imagen: http://estaesunaplaza.blogspot.com/

Andrés Walliser es consultor del curso “Regeneración Sostenible de Centros Urbanos” para Urban Social Design Experience.


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