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En un país llamado Invierno, un explorador terrícola descubre una sociedad hermafrodita: los seres que allí habitan pueden adquirir la forma de mujer o de varón dependiendo de sus tendencias inconscientes, de algo parecido al "instinto maternal", y eso solo ocurre en determinados momentos de un ciclo biológico bien establecido. Esta fantasía andrógina, tan propia del imaginario de escritoras femeninas, le permite crear un compendio de textos en los que se intercalan la narración del protagonista y explorador terrícola con textos de la tradición propia del mundo que visita y diarios de uno de sus habitantes.
"Considérese: cualquiera puede cambiarse en cualquiera de los dos sexos. Esto parece simple, pero los efectos psicológicos son incalculables. El hecho de que cualquiera entre los diecisiete y los treinta y cinco años, aproximadamente, pueda sentirse 'atado a la crianza de los niños' (como dice Nim) implica que nadie está tan 'atado' aquí como pueden estarlo, psicológica o físicamente, las mujeres de otras partes. Las cargas y los privilegios son compartidos con bastante equidad: todos corren los mismos riesgos o tienen que afrontar las mismas decisiones. Por lo tanto, nadie es aquí tan libre como un hombre libre de cualquier otra parte."Evidentemente uno enseguida se plantea por qué no encontramos una tradición de fantasía hermafrodita entre los escritores varones, aunque en la cita de arriba seguramente se halle la respuesta. Pero más allá de esto, la novela transcurre de manera entretenida reflexionando sobre otros asuntos, tales como la condición de extranjero, de diferente, de Otro, de exiliado, de traidor. Una lectura entretenida aunque sui generis para tardes de invierno: hace mucho frío en el libro, hace frío en el exterior.