La idea no fue nuestra, sino que se la copiamos a un artículo del sitio web Mashable. Ellos eligieron algunos vinos para darle un toque de distinción a los platos de comida rápida o también llamada chatarra. Así, por ejemplo, maridaron aros de cebolla fritos con un Pinot Blanc de Alsacia, o papas fritas con una champaña vieja, o una dona con un Moscato de Asti.
En ese plan, juguetón y sabroso, pensamos en cuáles pueden ser las posibilidades en el contexto culinario uruguayo de la comida rápida. Liberando la imaginación y el paladar, llegamos a algunas conclusiones que, antes de ser rechazadas con una mueca desconfiada, son dignas de la prueba.
Una pizza con muzzarella puede ser perfectamente maridada con un Cabernet Sauvignon. Queso, tomate y masa funcionan bien con un tinto moderado. El fainá creo que es excelente para acompañar con un Chardonnay: por oposición, al elemento graso de la masa de garbanzo se le opone un gusto delicado como esta cepa blanca. Un chorizo al pan bien puede bajarse con un buen Rosé frío. Los sabores suaves del rosado combinan con la fuerza calórica del embutido. A la hamburguesa de queso la recomiendo con un Malbec, para que contrarreste con sabor de frutos rojos el efecto de la carne y el cheddar.
Para los postres hay varias opciones: garrapiñada y churros pueden funcionar con un licor de Tannat, mientras que para las tortafritas todavía estoy pensando en una buena opción (se escuchan ofertas).
Obviamente que cada una de estas ideas se potencia y mejora si el vino elegido es de calidad. Pero la experimentación con cualquier vino en comidas que tradicionalmente no se maridan con él es una buena cosa. Del ensayo y el error surgen las mejores sorpresas.
Fuente: elobservador.com.uy (Valentìn Trujillo)
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