El cristal es fascinante. Nada se parece a un cuarzo o a un diamante, y por eso el Hombre siempre intentó reproducirlo. Un día, hace miles de años, los egipcios fundieron la arena y descubrieron cómo fabricar el vidrio: un poco menos perfecto, amorfo, sólido pero frágil, translúcido a su pesar; vaya, muy humano. Desde entonces no hemos dejado de utilizarlo. Ya en la Antigüedad se mezclaba arcilla, sosa y potasa junto con restos de vidrios rotos, que se fundían en los hornos con la materia prima para hacer nuevas piezas. Reciclarse y renacer es el principio mismo del vidrio.
El desarrollo del vitrium en la Roma del siglo I a.c. se produjo por impulso de la industria pero también de la filosofía, la ciencia de entonces. Se fabricaban vajillas, recipientes, adornos y todo tipo de objetos y se transportaban por mar y tierra a grandes distancias para su venta. Y los filósofos, interesados en la composición última de la materia, comprendieron que el vitrium les acercaba a la realidad física que buscaban: podían observar lo más pequeño, acercar lo más lejano, interceptar la luz y recrear el arcoíris. Arte, industria y ciencia coincidieron sobre el material más versátil conocido hasta entonces por el hombre. El vidrio ha sido una de las piedras angulares de nuestra civilización.
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Pero es tan antiguo y tan popular que no se le da valor. Estamos muy habituados a su existencia y ya no comprendemos lo que hace por nosotros. Es limpio, conserva los alimentos mejor que ningún otro material; si lo tiramos a la basura, devuelve bien por mal: no se degrada, no contamina. Es fundamental en nuestro desarrollo tecnológico. Está en todas partes. Podemos utilizarlo de mil maneras, y reaprovecharlo es la clave.
Existen dos fórmulas para su reaprovechamiento:
Reutilizar = retornar = rellenar,
o bien
Reciclar = no retornar = no rellenar = no reutilizar.
La opción de Reutilizar sigue existiendo actualmente, pero limitada a la hostelería. Las botellas son recogidas, lavadas e higienizadas y vueltas a rellenar. Esta práctica se mantenía hasta los años 80 en productos de uso doméstico: las botellas se devolvían en el propio punto de venta, y se reembolsaba el importe. Hordas de recolectores de cascos abandonados se sacaban así unas pesetas.
Inconvenientes del rellenado: hay que garantizar el perfecto higienizado de los vidrios antes de rellenarlos. Esos procesos de lavado precisan agua a altas temperaturas, detergentes y productos químicos que suponen también un gran gasto energético y considerable impacto medioambiental. Y esto en el caso de que se lleve a cabo correctamente, que según la experiencia de muchos hosteleros, no siempre ocurre.
Reciclar es la otra alternativa. El vidrio es un material literalmente inagotable, 100% reciclable, su vida útil es infinita. Algunos datos clave:
- El calcín (vidrio triturado y filtrado) funde a casi la mitad de temperatura que la materia prima original.
- Fabricar con material reciclado ahora un 30% de energía, genera un 20% menos de emisiones y gasta un 40% menos de agua.
- Un kilogramo de envases de vidrio usado ahorra 1,2 kilogramos de materia prima.
- Una tonelada de envases de vidrio usados ahorra 130 kilogramos de combustible, especialmente fuel.
- De cada kilogramo de envase de vidrio reciclado se obtiene un kilogramo de nuevos envases.
- Por cada tonelada de casco reciclado se reducen 1.000 Kg de basuras. Esto parecerá una perogrullada pero si se piensa bien, no lo es en absoluto.
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El vidrio es bello. Ha sido materia para obras de arte de todo tipo desde el principio. Hoy en día, en estos tiempos de cambio inevitable, también arte y reciclado van de la mano produciendo auténticas maravillas.
El vidrio es evolución, nuestra evolución. Es estético, es funcional, útil, resistente, limpio y barato. En el vidrio podemos confiar. Por algo los mensajes se tiran al mar en botellas.
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