Revista Opinión

Vacaciones en San Borondón

Publicado el 19 septiembre 2012 por Miguelmerino

 

Como suelo hacer desde que estamos en crisis (en mi caso desde 1957), el día antes de iniciar mis vacaciones me paso a ver a mi agente de viajes. Sí, ya sé que en Internet se encuentran verdaderos chollos, pero yo soy del plan antiguo. Me voy a ver a Alicia y ella me selecciona lo mejor y más barato para mis gustos. Hasta ahora me ha ido muy bien así.

- ¡Hola Alicia! Pues nada, que mañana empiezo las vacaciones y quiero saber que ropa debemos meter en las maletas, si de invierno, de verano o entretiempo.

- Pues mira, como siempre, has tenido suerte. Me acaban de cancelar un paquete, para dos personas, de siete días en San Borondón. Empieza mañana mismo. No tienes que pagar nada, porque la cancelación fue sin derecho a devolución y puedo ponerlo a tu nombre y ya está. No te preocupes por la ropa. Echa lo que más te guste y no cargues mucho las maletas. No lo necesitarás.

- ¡Ea! Pues muchas gracias y ya te contaré a la vuelta.

Y ya estoy de vuelta y tengo que contarlo. Todo fue perfecto pero…

Hotel lujo
Para empezar: el hotel. Un hotel de cinco estrellas, majestuoso, como del siglo XIX, con un gran hall y unas escaleras espectaculares y un comedor de ensueño.

Nos pasamos los siete días disfrutando de las instalaciones del hotel. Grandes piscinas. Un circuito Spa impresionante. Un gran gimnasio. Una biblioteca con las mejores obras de la literatura universal en su idioma original. Aquí debo reconocer que algo extraño sí que me sucedió. En los siete días que estuve en el hotel, leí: Les trois mousquetaires; Buddenbrooks: Verfal einer Familie; Osudy dobrého vojáka Švejka za světové války; The Posthumous Papers of the Pickwick Club; Benim Adım Kırmızı; زقاق المدق Zuqāq al-Midaqq;   紅樓夢, Hóng lóu mèng y La familia de Pascual Duarte.

Club Pickwick
Lo curioso, es que yo entiendo el español y no muy bien. En el resto de idiomas no paso de alguna palabra anecdótica. Pues los leí todos y los entendí perfectamente. Aun estoy por determinar si el prodigio está en que los pudiera leer en su idioma original o en que llegara a entenderlos, independientemente del idioma. También contaba el hotel con un fenomenal Casino, en el que eché muchas horas de juego y en el que curiosamente, todas las noches, más bien madrugadas, salía con el mismo dinero que había entrado. Eso a pesar de que me jugué grandes cantidades de manera pródiga. Para cada ocasión, la pequeña maleta que habíamos traído, guardaba en su interior la vestimenta adecuada: de baño; de deporte; de paseo; de estar por casa; de etiqueta. Nunca faltó una prenda o un complemento adecuado a la ocasión. En definitiva: mi sueño de vacaciones, que nunca podemos cumplir por que a mi mujer todo lo parece caro y excesivo.

La versión de mi mujer, en cambio, es totalmente distinta. Para empezar, dice que era un Hotel Rural, con mucho encanto, ubicado en la zona más pintoresca de la isla, con artesonados de piedra y madera, muebles rústicos, con grandes herrajes negros.

Hotel rural
No deja de darme las gracias por haberme pasado las vacaciones sin coger un libro. Debido a ello, dice, tuvimos tiempo y ocasión de caminar las calles de la isla; hablar con los lugareños; enterarnos de sus costumbres; ver su artesanía; degustar su gastronomía. En definitiva: su cultura real, no la turística. Aunque reconoce que hubo algo raro. No tomó nota de ninguna receta, pero las recuerda todas con absoluta precisión. Incluidos los pequeños trucos y secretos que cada cual le fue dando para los distintos platos y sus variantes.
ropa-vieja
Resumiendo: las vacaciones soñadas por ella y que nunca podemos disfrutar debido a mi pertinaz misantropía y egoísmo.

Tendría muchas más cosas que contar sobre estas vacaciones. Quizás no sea una de las de menor importancia el hecho de que estas maravillosas vacaciones que hemos disfrutado mi mujer y yo, comienzan el próximo día 24.


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