Deduzco yo que en Guantánamo no trabajan madres no por eso de la empatía, la caridad, la tendencia innata al cuidado y demás pamplinas algodonadas que nos atribuyen habitualmente.
Será más bien, supóngome yo – con razón –, porque seríamos unas torturadoras sádicas, retorcidas e implacables.
Y es que una, nada más convertirse en maaaaamiiiiiiiiiiiiiiiii, empieza a aprender una de técnicas de tortura, agotamiento del contrario y aniquilación neuronal que ríete tú de la Inquisición española.
¿O es que acaso antes sabían uds. que la repetición machacante y arrítmica de su nombre durante aprox. 5 minutos varias veces al día puede provocar alucinaciones acústicas graves? ¿pesadillas? ¿tic perpetuo en ojo derecho?
¿Hubiesen imaginado por algún casual que la falta de sueño provoca retardo mental matutino? ¿asentimiento compulsivo? ¿ataques narcolépticos inoportunos?
¿Se les había pasado por la cabeza que pasar más de 30 segundos en un coche provoca claustrofobia y sordera aguda? ¿tortícolis fulminante y evasión mental permanente?
En ocasiones me pregunto quién contrató al inútil ese de la tortura china. Que ya me dirán uds. qué tiene que envidiar cualquier técnica de persuasión amarilla a un trío alemañol de infantes desbocados. De vacaciones. En casa. Dos semanas enteritas.
Para colmo y colofón, en esta ocasión no se reparten las tareas con nadie, por eso de que compartidas, las penas son más llevaderas: El Maromen se va puntualmente por las mañanas a salvar el mundo desde su despacho y nuestra querida Au-Pair se ha ido de vacaciones (apuesto a que a un convento de clausura).
Llevamos ya dos días que parecen dos años de convivencia extrema. Para que se hagan una idea, les enumeraré brevemente sus proezas del día de hoy, desde las 6:30 que llevan cual clavo en pie:
- Saltar por la cama recién hecha mientras yo hacía la siguiente. Tiempo en hacer 4 camas hoy: 90 min.
- Salir corriendo del supermercado cargados de cajas de helado. Robadas, por supuesto.
- Disfrazarse, a.k.a. ponerse mis bragas en la cabeza, gritar soybatman y correr por el jardín. El nuestro y el de 3 vecinos más.
- Comerse los volovanes que había dejado preparados para la comida. Dejar un chupete en la fuente para inculpar al del Rizo (¿o ha sido el del Rizo?).
- Sustraerme las llaves del coche y encerrarse en el mismo a escuchar música a todo volumen. Salieron voluntariamente porque Destroyer tenía que haser cacotas (sic.).
- Secuestrar al gato del vecino, ponerle un babero y darle yogur con cuchara (dato importante: el gato se ha dejado y ahora duerme pegado a nuestra puerta).
- Observarme miccionar atentamente y someterme a interrogatorio anatómico. Llegar a la conclusión de que si me tapo la nariz y soplo con la boca cerrada, me saldrá un pito. Instarme a hacerlo toda la mañana.
Si les parece poco, les recuerdo que dentro de 25 min. despertarán de sus siestas y que tienen toooooda una tarde por delante para continuar exitosamente con la operación lobotizamadre, también conocida como noqueremosmáshermanos. Y 12 días enteros más.
Lo peor de todo es que justo justo el último día se portarán de maravilla, o mis neuronas habrán colapsado del todo o nos habremos acostumbrado a este ritmo frenético y nos dará pena y lloraremos al despedirnos y la próxima vez que anuncien vacaciones las volveremos a esperar con ilusión y alevosía. O no.