Nos alejamos hoy un poco de la política social para reflexionar sobre aspectos más generales, a raíz de algunos comportamientos surgidos en la campaña de vacunación que está desarrollando el Gobierno.
Y lo hacemos a sugerencia de Wang. Mi compañero se escandalizaba el otro día con las noticias de que distintos alcaldes se estaban vacunando (enlace), saltándose el protocolo de prioridad establecido respecto al orden de grupos vulnerables.
Situaciones de este tipo se están dando a lo largo y ancho de todo el país, no sólo entre alcaldes, claro, sino también en otros que, aprovechando posiciones de poder para beneficio propio, detraen los sobrantes de las vacunas y los utilizan para vacunarse ellos, sus amigos o familiares.
Nada diferente a lo conocido, vaya. La corrupción es tan vieja como el poder y estos episodios no son sino la muestra de un fenómeno (el interés individual por encima del bien común), con el que históricamente hemos sido demasiado permisivos, instalándose como un parásito imposible de erradicar, en la política y en la administración.
Por eso Wang me aclara que no son estos sucesos los que le escandalizan, pues de sobras sabía que iban a suceder, sino la desfachatez, en el caso de los alcaldes, que exhiben en los argumentos con los que defienden su tropelía.
Lejos de reconocerla, pedir perdón y dimitir, se aferran a su decisión de haber aprovechado la situación en beneficio propio y haber utilizado esas dosis sobrantes por encima de cualquier sanitario, persona mayor o dependiente a los que sin duda hubiera sido tan fácil de localizar y ofrecer en su lugar como dicen que se les ofreció a ellos.
Parece que algunos de estos alcaldes van a ser sancionados por sus partidos políticos (enlace).
Es un paso, aunque algo falla cuando la clase política no tiene interiorizada la necesidad de dimitir cuando te han descubierto en un comportamiento delictivo o, al menos reprochable.
Oyendo su defensa, uno piensa que están convencidos de que ellos merecían esas dosis, sin generarles ningún conflicto ético haberlas obtenido en lugar de otras personas más vulnerables.
Un comportamiento ético, del que como alcaldes deben dar ejemplo, les hubiera exigido rechazar ese privilegio y al no hacerlo uno se pregunta en cuántas otras cosas los que ocupan posiciones de poder obtienen réditos particulares de lo que deberían ser bienes comunitarios.
El poder conlleva información, la información oportunidad y la oportunidad, sin referentes éticos, desemboca en la corrupción. Son estos referentes éticos la única vacuna por tanto para fenómenos como los que estamos describiendo, pues sólo mediante ellos puede ejercerse la función de gobernar y administrar los bienes y asuntos públicos.
Eso a lo que llamamos política y que necesita con urgencia un plan de vacunación ética.