Revista Ciencia

¿Vale la pena hacer una tesis en España?… crónica de mis años fantasma.

Por Jmmulet

¿Vale la pena hacer una tesis doctoral en un país como España? El otro día pensaba en eso a cuenta de un real decreto que ha salido y que permite, con efectos retroactivos, recuperar 2 años de cotización para los que disfrutamos de una beca de investigación que no incluía seguridad social. Las noticias previas eran prometedoras. Parece que los cuatro años y medio de mi vida en los que estuve en la extraña figura jurídica de becario de investigación, encerrado más de 60 horas semanales en un laboratorio iban a dignificarse. Pero el entusiasmo se esfumó rápido cual sueldo a fin de mes. Leído el real decreto tuve esa desagradable sensación de cuando alguien se acerca a ti diciéndote que va a hacerte un favor y cuando te despistas o se lo estás haciendo tú a él, o te ha robado la cartera. El costo para que esos dos años me computen para la jubilación es (según fuentes) entre 100 y 150 euros por mes. Multiplicado por 24 meses, una pasta, y claro, no he podido evitar reflexionar ¿para que sirve ser doctor en España?
Yo empecé a disfrutar de una beca de Formación de Personal Investigador de la Consellería de Educación de la Generalitat Valenciana en el año 1997. Obviamente estaba muy, muy contento por haber conseguido la beca. Era la época en la que empezaban los recortes (tendencia que lejos de disminuir, sigue) y en mi área solo dieron tres becas para toda la Comunidad Autónoma. La beca consistía en 600 euros mensuales, un seguro medico privado, matrícula gratis en los cursos de doctorado y una ayuda al laboratorio de acogida de unos 1200 euros (para los 4 años). Se supone que era una beca por que yo era un “estudiante”. Tenía la carrera acabada, pero estaba “estudiando” el doctorado, a pesar de pasarme todo el tiempo en el laboratorio. La beca además no daba derecho ni a seguridad social, ni a prestación por desempleo, pero curiosamente, era incompatible con cualquier otro tipo de ingreso y tributaba a hacienda como un ingreso por trabajo, con lo que me tocaba pagar todos los años una cantidad que era prácticamente una mensualidad. Es decir, por una parte se supone que debías tener dedicación exclusiva y de cara a hacienda eras un currante, pero por otra, eras un simple estudiante. Otra peculiaridad es que la partida para “becarios FPI”, debía ser de las últimas de la lista, puesto que llegamos a acumular atrasos en los pagos de hasta 4 meses. Un año, después de varias movilizaciones y huelgas nos reunimos con el conseller, que se limitó a llamarnos desagradecidos por no apreciar el esfuerzo que hacía la generalitat con nosotros. Conseguimos arrancarle una promesa de futuro, que no cumplió. Lo más gracioso es que en la reunión le echamos por cara la política de grandes inversiones, que en aquel momento era Terra Mítica y el Hemisféric… no sabíamos la que nos esperaba, pero con el 0,0 algo por ciento de las inversiones faraónicas que vinieron luego hubieran podido hacer un programa de becas FPI más que digno, pero para eso no hay.

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Tiempos Oscuros para el CIPF


Tampoco es que la universidad donde hice la tesis mostrara demasiado aprecia a sus futuros doctores. A pesar que todos los resultados derivados de la tesis aparecían en todos los indicadores de productividad, yo seguía siendo un alumno a todos los efectos. De hecho, ahora que soy PDI de la misma universidad, todos los artículos de investigación que he tenido mientras tenía becas o contratos con otras universidades no constan en mi CV oficial. La endogamia es lo que tiene. Acabé la tesis y conseguí un primer contrato Postdoctoral en la universidad donde hice la tesis y empecé a darme cuenta de para lo poco, o nada que servía un tesis. En los baremos de contratación de la propia universidad que otorga el título no hay diferencia entre el salario para un licenciado que para un doctor. A efectos salariales el título es fantasma. También existían figuras de profesorado donde no se requería ser doctor, figuras que con el tiempo se acaban consolidando… aún hoy existe un colectivo de profesores no doctores en la universidad, algunos de los cuales parecen orgullosos de serlo.
Después me fui de Postdoctoral a Suiza. La sorpresa es que allí la gente sabía lo que era ser doctor y además tenía un retorno económico. Mi sueldo era el doble del que cobro hoy por dar clases en la universidad, más un aumento cada año, coincidiendo con el aniversario de lectura de la tesis, por que se suponía que había acumulado un año más de experiencia como doctor. Por supuesto mi contrato cotizaba a la seguridad social suiza, y además me enteré que allí para calcular los años de cotización necesarios para obtener la jubilación se consideraba el nivel de estudios. Los licenciados superiores tenían que cotizar menos años por que se les descontaban los años de formación necesarios para conseguir la titulación. Al contrario que en España, donde la formación superior a veces parece que penalice. Por supuesto los años de doctorado no cuentan, puesto que las becas no son tales, sino contratos con su correspondiente cotización.

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Biozentrum de la Universidad de Basilea


De vuelta a España tuve la suerte de conseguir la acreditación de la ANECA y sacar una oposición. Obviamente, aquí no he vuelto a utilizar el título de doctor, más que nada para que nadie me pida consejo médico o que le tome la tensión. Desde mis años fantasmas lo de la financiación de la ciencia no ha mejorado. Se siguen pagando grandes eventos y obras faraónicas, pero la ciencia y los científicos somos poco menos que unos pesados que siempre estamos pidiendo dinero. Solo hay que ver la situación que están viviendo los compañeros de lo que nos dijeron que sería uno de los centros de referencia de la ciencia en Valencia, el Centro de Investigación príncipe Felipe, y no parece que despedir a los científicos vaya a tener penalización, puesto que al principal responsable le han premiado con un puesto de diputado. Hemos oído a nuestros políticos dar la cara por los chiringuitos playeros, pero han dejado caer el Príncipe Felipe, que se suponía iba a ser un centro de referencia en investigación biomédica en medio de un silencio vergonzante. Tampoco dar clase en la universidad parece que se valore bien por parte de los políticos y curiosamente somos tan pesados que si queremos reivindicar que hemos trabajado debemos pagar una cotización de 1997 a precio de 2011 y encima nosotros, no nuestro empleador como sería lo más lógico. Curioso cuando Rubalcaba propuso regalar el primer año de cotización a alas PYME que emplearan nuevos trabajadores, pero para los becarios de investigación… nada. ¿Vale la pena hacer la tesis en España? posiblemente no, aunque para que negarlo, si tuviera la oportunidad volvería a hacerlo. Como dijo Paul Newman en Camino a la Perdición; “esta es la vida que elegimos”, o como dijo Feynmann: “La ciencia es como el sexo, seguro que tiene una finalidad, pero no es por eso por lo que lo hacemos”.Compartir
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