"Agradezco a Dios por traerme hasta aquí, a lo largo de sus caminos impensables. Además, primero y primordialmente a mi Madre. Porque todos los domingos de mi niñez me llevó al parque, así no hubiese dinero para comprar un helado. Desde entonces me ha dado todo a su alcance, sin doblegarse ni un segundo, ni aun en los momentos más difíciles. A esa guerrera incansable le deseo lo mejor."
Con lágrimas de madre en mis ojos, abrazo fuertemente a mi hija. Dejo la investigación un rato, y me dedico a jugar con ella, a reír. Tal vez cuando sea una profesional exitosa, recuerde con amor y alegría los domingos felices de su infancia, junto a su madre que la ama con todo su ser.
Atesoro cada minuto contigo, hija.
Recuerden, cada minuto cuenta y vale la pena. Disfrutemos a nuestros hijos con cada segundo que podamos hacerlo.