Ninguna empresa se ha hecho rica firmando cheques, así que cuando una multinacional como Valve, Apple, o Samsung devuelven dinero, se transforma automáticamente en noticia. Y el caso de hoy es bastante curioso, porque Breen Malmberg, un fan de los videojuegos, asegura que Valve, la empresa creadora de Half Life, o Portal, le ha devuelto el dinero que invirtió en el BioShock Infinite porque atentaba contra sus valores religiosos.
Pongámonos en situación. La nueva entrega de la saga BioShock obliga al jugador a bautizarse en los primeros minutos de la partida. Se ve que el componente religioso es importante en la historia y el bautizo en sí es más un símbolo de todo lo que el personaje principal tendrá que pasar después. Ideas como la redención, los pecados o la culpa son algo a lo que tienes que enfrentarte… seguramente mientras mutilas, disparas y destrozas todo lo que se te pone por delante.
Lo que a Malmberg le sentó mal es que el jugador tiene que dar su consentimiento para ser bautizado, requisito indispensable para avanzar. Seguramente si hubiese sido un vídeo normal y corriente no hubiese pasado nada, pero fue la opción, o más bien la necesidad de hacerte pasar por ello, lo que originó el desasosiego del jugador, ya que al considerarse cristiano le parecía una terrible ofensa aceptar el bautizo.
“De modo que me vi obligado a quitar el juego y no ser capaz de experimentar aproximadamente el 99% del contenido del videojuego. Si necesitan más razones, usaré la analogía de que si fuesen musulmanes, sería como forzar al jugador a “Pulsar X para escupir en el rostro de Alá” para continuar con el juego sin ninguna opción de evitarlo.”
Esta peculiar reclamación seguro que no es algo muy inusual en los Estados Unidos, en un mundo que en los últimos años se está radicalizando en terreno religioso, lo cual me parece bastante triste. Hollywood tiene un dicho, y es que por cada éxito existe una demanda por plagio, pero se les olvida decir que también con ello vienen las denuncias, las quejas y las críticas que alegan que atentan contra sus creencias religiosas. La carta de Malmberg, bastante educada todo hay que decirlo, comenta que BioShock Infinite le molestó más que otros juegos como el Modern Warfare 2, y a mí me hace pensar en lo curioso que es que un cristiano se sienta ofendido por un rito ficticio de un videojuego, y no por las muertes despachadas en los Call Of Duty, o las prostitutas asesinadas de Grand Theft Auto. Valve ha decidido devolverle el dinero porque al fin y al cabo el chico ha sido bastante amable, y de negarse a hacerlo, podría complicar las cosas, ya que sentaría un peligroso precedente. Algo que muchas compañías han aprendido que un pequeño grupo de fanáticos puede ser un gran dolor de cabeza, aparte de una nueva forma de promoción ya que no existe la mala publicidad, solamente oportunidades mal aprovechadas. Por el dinero que ha costado un solo ejemplar de BioShock se han quitado de encima cualquier problema, pero creo que deberíamos pensar en dónde nos coloca eso como personas que, en pleno Siglo XXI, se sienten incómodos ante la idea de una posible profanación de sus creencias religiosas por algo que han visto, leído o jugado, y piden que desaparezca o que no se pueda tener acceso. No es el caso de Malmberg, pero sí el de ciertos sectores más conservadores en la sociedad, como la infame iglesia baptista de Westboro, y que no tiene por qué ser exclusiva de ningún país ya que la estupidez no conoce de fronteras. Hace dos años hubiese dicho que habría que respetar la creencias de todas las personas, pero de un tiempo a esta parte esa postura está dejando paso a una intolerancia total a las personas que no es que crean en Dios, en la virgen o en la reencarnación en siguientes vidas, sino en las personas que utilizan lo que aprenden en la escuela dominical para adoctrinar a otros, sean vecinos o parientes, obligándoles a plantearse lo que ven y lo que hacen porque de alguna forma, tal vez sin darse cuenta, estén cometiendo una grave infracción a los ojos de su dios, sea el que sea y, también, censurando y condicionando lo que deberíamos ver, lo que deberíamos decir y lo que deberíamos enseñar por no estar de acuerdo con la ley divina.