Hoy os propongo hacer la compra en unos grandes almacenes para comprender por qué se estudia el comportamiento del consumidor. Con la lista en nuestros bolsillos nos adentraremos en el área comercial elegida...
Lo primero es coger un carro. Si has escogido un establecimiento cuyos precios comparados con la media son más elevados observarás que el carro es más pequeño. Tenemos tendencia a llenar el carro, de tal manera que si el supermercado es caro y el carro grande al llegar a la caja puede que nos llevemos un susto monumental, si por el contrario, el carro es más pequeño nos quedaremos más tranquilos pensando: “pues mira al final no me ha salido mal, ¡hasta he llenado el carro!”.
En general, todos los carritos se desvían ligeramente hacia la izquierda. Esto nos obliga a sujetarlos con la mano izquierda, quedando libre la derecha para alcanzar cómodamente los productos.
Una vez tenemos el carro nos toca dirigirnos hacia la entrada atravesando una zona de transición que nos sirve para ponernos en “modo consumo” antes del bombardeo promocional que nos espera. La superficie comercial por su parte se ha encargado de aislarnos del tiempo para sumergirnos en una burbuja consumista alejada de relojes e incluso aquellos que nos apremian pueden ser neutralizados en espacios especialmente diseñados para ellos, las zonas infantiles.
En primer lugar queremos echar un vistazo a las televisiones, con el fútbol siempre andamos peleando, así que hemos pensando comprar una tele pequeña para la habitación. Tras un detenido análisis de los televisores expuestos hay uno que nos llama especialmente la atención, se ve nítido, perfecto en comparación con el resto... Y tanto que se ve mucho mejor, como que han alterado levemente el brillo y el contraste de los que rodean al artículo que está en oferta o el que necesita una urgente salida de stock. ¡Al carro!.
La música es tranquila, agradable y sin apenas percatarnos nos movemos a su pausado ritmo. La música que suena en los centros comerciales está planificada y varía en función de las necesidades del centro, así cuando está lleno de gente y es necesario que vayamos saliendo por caja ponen música más animada, mientras que cuando quieren que compremos tranquilamente las canciones son más relajadas.
En nuestra lista tenemos apuntados leche, sal, harina, azúcar, huevos y pan, es decir, productos de primera necesidad que son adquiridos por el 80% de los clientes, pero claro al comercio no le interesa que los pillemos rápidamente y nos vayamos , necesita que nos demos una vuelta para que podamos adquirir otros productos que por supuesto no estaban en nuestra lista y de los que no nos acordaríamos a no ser que los veamos. Así que no nos quedará más remedio que recorrer todo el establecimiento porque estos productos de primera necesidad estarán al final o en el medio en caso de que el comercio tenga dos entradas. Una gran área comercial especializada en hacernos recorrer toda su tienda es IKEA. Acudir allí es como hacer un senderismo urbano con zona de picnic incluida para no desfallecer, haciendo de la acción de comprar una auténtica actividad de ocio familiar.
Si conocéis el establecimiento porque es vuestro lugar de compra habitual quizás creáis saber el lugar exacto donde se ubican los productos de vuestra lista y acudáis raudos allí con aire triunfal, pero sorpresa ya no están donde esperabais (a mí esto particularmente me cabrea mogollón). La semana pasada estaban y ahora no, con cara de fastidio nos tocará de nuevo vagar por los interminables pasillos en búsqueda de nuestros ansiados productos o quizás algo más difícil de encontrar aún, ¡una persona que te pueda indicar!, algunos aseguran haberlos visto, otros en cambio piensan que son como el yeti, tan sólo una leyenda urbana.
Buscando, buscando percibimos un agradable olor a bollería recién hecha y zombies nos dirigimos al lugar de donde proviene tan apetecible aroma. Un estante repleto de bollería nos espera y como no nos ponemos de acuerdo en qué coger para desayunar pillamos un poco de todo y continuamos nuestra visita.
¡Al fin! Hemos encontrado la harina, venga pues cojamos la que está a la altura de nuestros ojos... ¡eh cuidado! Esa posiblemente será la más cara, ese es el puesto prime por el que las marcas pagan más, estar a la vista incrementa enormemente las ventas. Las estanterías suelen tener tres niveles: el de los ojos, el de las manos y el de los pies. Los productos que pasan del nivel de los pies al nivel de los ojos aumentan en un 80% su venta.
Genial, hemos logrado terminar nuestra compra y tan sólo nos ha costado un par de horas. En carro posiblemente estará lleno porque... ¡mira que no habernos dado cuenta de que papa necesitaba un pantalón, la niña unas zapatillas, que el champú de casa está a punto de acabarse, que había una oferta de dos por uno en cereales, en una caja llena de ropa revuelta hemos encontrado una superganga, los bañadores para mama estaban a tan sólo 19,95 euros ¡pero si no son ni 20 euros! (precio psicológico nuestra mente sólo se fija en la primera cifra)!... cómo desperdiciar tales promociones ¡estaríamos locos!...
Tan contentos vamos a la caja y mientras esperamos cogemos unas golosinas (las oportunidades de venta por impulso) y a pagar ¡con tarjeta por supuesto!, que si vemos el dinero contante y sonante salir de nuestro monedero nos puede dar algo, pero con la tarjeta es otra cosa, no somos tan conscientes del esfuerzo que nos ha costado conseguirlo.
Durante todo el trayecto es posible que un montón de cámaras de video hayan ido grabando nuestro pre-programado trayecto para ajustar futuras campañas de marketing a nuestra compulsiva conducta consumista.