Siempre ha desconfiado de los hombres que duermen con pijama. Completo, dice. Al menos en verano, con este calor. Un hombre de verdad duerme a pecho descubierto, o con camiseta terrible y gayumbos, si le apuran. Por eso, qué quieren que les diga, los superhéroes la escaman. Tan embuchados en sus mallas, con sus accesorios, guantes, cinturón sin propósito alguno y la ropa interior. Por fuera. Por no hablar de los superpoderes. Qué pereza, oigan.
Como ya habrán podido deducir, no es carne de cómic precisamente. Pero saber que existen los superhéroes, le inspira una ternura… Todos hemos sentido alguna vez la necesidad de que nos llevaran muy lejos de nuestras vidas. Que alguien nos rescatara y nos llevara de aquí. Muy lejos. Muy rápido.
En el imaginario colectivo, las mujeres somos princesas. Y ahora gracias a un anuncio de galletas, princesas valientes. Ante tal desconcierto de roles, nace The Resplendent, un superhéroe castizo que se anuncia sus servicios en carteles en farolas por la capital. Su máxima, como la de Platón, el bien común. Embuchado el lycra.
Dice que lo más curioso que le han pedido, aparte de limpiar un horno, es simplemente hablar. Su retorno: la paz mental porque ofrece sus misiones secretas de un modo desinteresado.
En una entrevista reciente, the Resplendent, que curiosamente tiene perfil en todas las redes sociales, afirma que tiene un trabajo flexible que le permite recorrer tranquilamente Madrid en pijama. Quién sabe. Quizá su principal fuente de ingresos sea ser estatua humana en la Plaza Mayor y sus irreflenables ganas de salvar el mundo comenzaran mediando en la trifulca entre Dora la exploradora y Bob Esponja. Su recompensa: perder peso a fuerza de sudar y titulares. El bien, a cambio de un poquito de vanidad. Anónima. Y refulgente.