Revista Filosofía

Variaciones sobre el Mito de Prometeo

Por Juanferrero

La conservación de ciudades.

Los humanos son capaces de producir ciudades, pero no de conservarlas, la conservación del fuego es la técnica que ha familiarizado a los hombres con el difícil arte de la conservación, con el uso. Lo que muestra el mito es que la producción de artefactos es importante para la supervivencia pero necesariamente ha de ir acompañada de la capacidad de conservación de los artefactos, y también de conservación de los usos de tales artefactos, cuando la misma evolución de los hechos hace imprescindible que las ciudades aparezca, como consecuencia de este proceso de supervivencia la cuestión de la conservación de los usos, y consiguientemente de las ciudades se revela como un problema nuevo que no tienen las comunidades y que sólo aparece en formaciones extensas. La intervención de Zeus se hace, entonces, necesaria para poder enfrentarse a este nuevo problema, que necesariamente ha de suponer un cambio en la manera de juzgar de los humanos, una forma nueva de usar las facultades. Hasta entonces las artes eran practicadas de manera diferenciada y unos eran capaces de una cosa y otros de otra, la división del trabajo supone una mayor capacidad de producción del conjuto, además cada individuo especializado en un arte es capaz de conservar sus productos o sabe como hacerlo, aconseja a otros que lo usan, y éstos probablemente aconsejan a los primeros en sus producciones, pero la ciudad como conjunto no por ello totalizado, a saber, de inciertos límites, sirva aquí la imagen del fuego, el cuál aunque controlado siempre plantea el problema de su control, de sus límites. Sin embargo, el control del fuego está o ha estado en manos de especialistas y quizá, los primeros especialistas del control del fuego hayan sido los herrreros. Pero el Mito deja bien claro que los encargados de conservar el conjunto llamado ciudad no va a quedar en manos de especialitas, Zeus reparte el saber, en este caso, político a todos y cada uno de los ciudadanos. Por tanto, la producción y conservación de las partes de una ciudad depende de un saber especializado y que la división del trabajo ha potenciado cada vez más, pero la conservación de la ciudad como un conjunto no totalizado ya no es un saber especializado sino general del que todos los (ahora pueden ser llamados así) ciudadanos han de participar.

La consecuencia más importante del Mito de Prometeo contenido en el Protágoras de Platón es que el mismo Platón no mantendrá este esquema de saberes y su uso en sus obras posteriores y principalmente en La república. La razón de ello es que a pesar de dejar claro que el saber político había de ser ejercido por todos y cada uno de los ciudadanos, en La república Platón no ve la ciudad o el fundamento de la misma, es decir, la cuestión de la conservación y uso, como un fundamento no totalizado que está más allá de las partes, sino que es una totalidad a través de las partes y principalmente de las partes que supone la continua construcción y las consiguientes acciones para conservar tal ciudad. Pero entre estas partes ha de suponerse una práctica que haga de pegamento, por lo que la actividad tiene un transfondo moral, la de la conservación del grupo que vive y sobrevive en una ciudad. Pero el objetivo no puede ser que sea un individuo o unos pocos individuos los que lleven a cabo esta operación de saber cuál es el mejor pegamento, las consecuencias han sido ya probadas históricamente en forma de conflicto continuo. Entonces la forma de saber cuál es el fundamento moral de la ciudad pasa porque sea ejercido a través de la práctica individual, de la conservación del individuo. La aparición de la política, como praxis, como el uso propio del ciudadano tiene en el Mito de Prometeo su ilustración. La solución posterior de Platón renunciaría a la política en la medida que no cree capaces a los ciudadanos de la facultad de un uso adecuado de los asuntos ciudadanos, aquellos que no coinciden exactamente con la parte productiva y que tienen que ver con la conservación del grupo que vive en esa ciudad. La solución de Platón pasa por considerar el fundamento de la conservación del grupo como algo capaz de ser totalizado, y por tanto objeto de contemplación, de ser entendido y de conocer las técnicas de conservación pero si no consideramos tal fundamento como totalizado, no es posible conocerlo claramente en sus límites y que no queda más remedio que su conservación quede en manos de todos y cada uno, a saber, mantener la política como un saber generalizado y no como un saber especializado.

El saber político es, a su vez, pudor y justicia esta doble caracterización del saber político repite el mismo esquema que la del saber técnico que era fuego y sabiduría de las artes, siendo el fuego la parte que es dinámica y que no puede ser reducido al producto, el fuego mismo es el ejemplo de producto que reclama contemporáneamente una serie de acciones para que éste no se consuma, a diferencia de la fabricación o consumación de un producto en el cuál las acciones llevadas a cabo desaparecen, en el caso del fuego el producto se mantiene mientras se mantengan contemporáneas las acciones que lo conservan, está claro que la tecnología actual ha venido ha desmentir este hecho en la medida que podemos mantener un fuego sin ningún tipo de acciones, pero esto desde el punto de vista temporal, histórico o evolutivo es relativamente reciente. Pues en el caso del pudor y la justicia el producto que se ha de conservar es la comunidad el grupo que se asemeja más al fuego que demanda de manera continua una serie de acciones para su mantenimiento, pero la justicia, las primeras normas de justicia como dice Rousseau en el Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad de los hombres, deben ser fijadas para así conservar qué tipos de acciones son las más recomendables, más exactas, más reconocibles. Este objetivo sólo es posible si hay algún tipo de representación de acciones, y esto ha sido posible a través de la escritura, principalmente, pero el Mito de Prometeo cita también el pudor, mientras que las normas de justicia parece que retornan al ámbito de lo producido de las artes aunque no para ser usada para la supervivencia sino que son expresiones que tratan sobre la convivencia, aunque por su forma se parezcan a lo producido para la supervivencia, sin embargo, como decíamos el pudor vuelve a redoblar el ámbito de convivencia para dejar claro que no todo puede reducirse al ámbito de las normas de justicia, el pudor tiene que ver principalmente con el hecho ineludible de que la conservación no está asegurada de una vez por todas en unas normas de justicia que una vez fueron escritas, sino que esta conservación depende de las acciones en este sentido llevado por aquellos que habitan la ciudad, por tanto, los seres humanos capaces de este pudor son los ciudadanos, a saber, no sólo se es ciudadano porque se recoge en tal o cual ley, sino que se lo es porque se ejerce.



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