Revista Salud y Bienestar

Varias enfermedades, varios especialistas, un médico de cabecera

Por Ángel López Hernanz @angelopezh

Juan era un paciente al que atendía desde hacía mas de 20 años, atendí también a su mujer hasta que murió ya entrada en años, y él todavía perduraba con sus más de 94 años.
Era un hombre pausado, tanto al hablar como en sus movimientos. Transcurrían varios segundos entre palabra y palabra o entre cada movimiento que hacía, además tenía las manos más grandes que jamás había visto y por las que se hizo famoso cuando hizo el servicio militar, según me contó.Era un anciano autónomo y bastante sano, su declive comenzó por culpa de unos tomates; Me explico: iba diariamente con su bicicleta a una parcela que tenía en las afueras del pueblo donde cultivaba sus verduras, un día al agacharse a coger un tomate se le fue su enorme cuerpo y se dio un buen golpe en la cabeza, era el comienzo de su fin: tenía un traumatismo craneoencefálico y una gran herida en scalp (Herida producida por el arrancamiento de la piel del cuero cabelludo). Hasta entonces Juan no había sido visitado por otros médicos, ajenos al pueblo.Como consecuencia de el golpe tuve que enviarlo al hospital, donde permaneció ingresado unos días, allí tuvo varias complicaciones: una retención de orina por la que tuvieron que colocarle una sonda urinaria, un estreñimiento consecuencia de el cual le hicieron varias pruebas: TAC, analíticas, radiografas, interconsultas con distintos especialistas hospitalarios, allí le diagnosticaron de un cáncer de próstata asintomático hasta entonces y que yo conocía aunque no trataba, enfermedad isquémica cerebral crónica, asintomática hasta entonces, diverticulosis sin síntomas...Cuando le dieron el alta Juan había triplicado su lista de enfermedades asintomáticas y tenía múltiples citas para ir a otros tantos especialistas, en otras poblaciones alejadas de su pueblo. Cuando lo visité en su casa, tenia una gran cicatriz en la cabeza y un hematoma que le cubría toda su cara, le pregunté - ¿como se encuentra?, me respondió tras una pausa más larga de lo habitual: - bien, si yo lo que tengo es que soy muy viejo. Sonreí y empecé a organizar su tratamiento.Al poco tiempo Juan tuvo una caída y se fracturó la cadera, volvió al hospital y vino de nuevo al pueblo, esta vez quedó encamado, volví a preguntarle -¿cómo se encuentra?, me contestó pausada y lúcidamente: - bien, lo que tengo es que soy muy viejo,...En los días posteriores en una de mis visitas a su domicilio, en su habitación con él ya un poco ausente, sus hijos reunidos en su entorno me dijeron: -"Tiene cita con medicina interna (pluripatológicos), urólogo y traumatólogo".Yo los miré, y luego miré a Juan: ¿quieren ustedes muchos especialistas o un médico?, respondieron pronto sin dudarlo, -¿donde lo vamos a llevar así? usted lo ha llevado siempre. Juan  fue apagándose día día, encamado y ulcerado, era un anciano sano con muchas enfermedades pero que moría de viejo, dudé si ponerlo así en el certificado de defunción, pero no lo permiten como causa de la muerteNuestro sistema sanitario había atendido a Juan, lo había diagnosticado y tratado y le había dado diferentes citas para diferentes especialistas en diferentes poblaciones a la suya, pero no había reparado en lo que él decía: "lo que yo tengo es que soy muy viejo".
Varias enfermedades, varios especialistas, un médico de cabecera
Médico Rural

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