El Vaticano está en franca decadencia. Sus discursos rancios de moralidad y ese pretendido afán por constituirse como referencia ética en estos tiempos de crisis ya no se los cree casi nadie.
Dicen que Roma no paga a traidores y las filas vaticanas están repletas de ellos. Traidores descarados de la fe que dicen abrazar. Gente sin escrúpulos que se pasan por el forro de los caprichos los sentimientos de millones de personas y atienden sólo y exclusivamente a su proverbial codicia, a su insaciable avaricia por acumular bienes en este mundo efímero, contrariamente a lo que predica su inquebrantable fe desde hace miles de años.
Si te faltan todavía algunos argumentos para llegar a tal conclusión, te recomiendo que leas “Vaticalia”, un excepcional reportaje publicado en El País, que da cuenta de cómo la corrupción no entiende de creencias ni de sagradas misiones terrenales, sino queobedece a una de las más viejas lacras arrastradas por el ser humano durante su peregrinar en la tierra: la ambición. El mejor retrato que existe de las miserias humanas.