Este país no debería tener como prioridad el entretenimiento, cuando tiene graves problemas de solvencia económica para hacer frente a los asuntos realmente serios y preocupantes: el paro, las deficiencias en sanidad y en educación, las pensiones del presente y del futuro, la precariedad laboral, la corrupción de sus instituciones, la economía sumergida, la inmigración ilegal o el narcotráfico.Si en lugar de meterse en política para tratar de dar respuestas más acertadas a todos estos asuntos, a estos señores y estas señoras que tanto humo están vendiendo estos días a lo largo y ancho de nuestra geografía sólo parece preocuparles salir mejor que sus oponentes en la foto y jugar al “donde dije digo, digo Diego”, ¿de qué nos sirven?¿Nos merece la pena seguir destinando tantos recursos públicos a que toda esta jauría de indecentes viva por encima de sus posibilidades a cambio de que nosotros cada vez vivamos más por debajo de las nuestras?¿Estamos ante la decadencia de la era política?¿Alguna vez nos hemos preguntado cuál es la diferencia entre política y religión?Ambas se conducen del mismo modo: siempre hay alguien que se cree por encima de los demás y trata de adoctrinarlos de alguna manera, utilizando para ello idénticas armas: el miedo a lo desconocido o a lo que pueda venir si no creemos en el predicador de turno, la buena fe de la gente, los supuestos pecados por los que podemos condenarnos al infierno en el caso de la religión o a la cárcel en el caso de la política, la petición de donativos, limosnas o impuestos, la obligación de seguir determinadas hojas de ruta o las calumnias y el desprestigio para someter a aquellos que no consienten en comulgar con ruedas de molino.En el siglo XXI, en plena era tecnológica y sintiéndonos todos habitantes de una inmensa aldea global en la que toda la información puede circular en tiempo real, ¿de verdad necesitamos aún a estos predicadores de tres al cuarto?¿De verdad necesitamos que nos sigan vendiendo humo y que nos prometan una luna que sabemos del todo inalcanzable? Sabemos de sobra que el principal problema que tiene este país son precisamente esos políticos y esa iglesia que sigue tan anclada en nuestras instituciones como lo estuvo en tiempos del dictador.No necesitamos iluminados que nos cieguen con sus miserias. Debería darles vergüenza utilizar en vano tantas palabras para tratar de embaucarnos y no ser capaces de pronunciar ni una sola para llegar a acuerdos y ponerse a trabajar de una vez.Lo que necesitamos son SOLUCIONES y personas capaces de encontrarlas y de llevarlas a cabo cuanto antes. Quizá deberíamos dejar de buscar a esas personas entre la clase política y desterrar a ésta al completo, para probar otras fórmulas de gobierno que nos resulten más productivas y más económicas.Quizá, si tanto les gusta el circo y la interpretación, deberían empezar a buscarse la vida bajo las carpas y sobre los escenarios. Igual como payasos y como actores podrían servir mejor a ese país con el que tanto se llenan la boca, pero por el que tan pocos esfuerzos de mejorarlo hacen.
Fotograma del cortometraje de animación El Vendedor de Humo
Si para dirigir empresas privadas buscamos a las personas más cualificadas que sean capaces de hacerlas crecer y de darles visibilidad entre su competencia en mercados cada vez más abiertos y sensibles a cualquier cambio que acontece en el planeta, ¿por qué a la hora de elegir a los máximos mandatarios de un país, le otorgamos nuestro voto de confianza al primer payaso que se nos planta en la pantalla de la televisión o trata de hacerse el simpático en twitter?Como ciudadanos de un país que se pretende democrático y avanzado deberíamos atrevernos a ser más exigentes con quienes pretendan gobernarnos. Tener muy claras las líneas rojas que no les vamos a permitir que traspasen y las prácticas que no les vamos a tolerar.En pocos días tenemos una nueva oportunidad para hacer que las cosas cambien. Deberíamos conseguir que perdieran todos los que se postulan al cargo de presidente del gobierno y que algún organismo que estuviese por encima de todos ellos, les obligase a entenderse o a dimitir. ¿Que no existe ese organismo? Pues, ¿a qué esperamos para crearlo? Las leyes no tienen por qué ser inmutables. Cuando ya no nos sirven, porque ya no alcanzan a dar respuesta a los interrogantes de la nueva realidad de este país, tendríamos que ser honestos y ser capaces de modificarlas o cambiarlas por otras que sí puedan darnos esas respuestas.Porque, cuando un político demuestra su sobrada incompetencia para hacer política, ¿qué sentido tiene que siga insistiendo en dedicarse a ella? En la empresa privada, cuando alguien se demuestra incompetente para ejercer sus funciones (a menos que sea un recomendado de algún político) es despedido inmediatamente. ¿Por qué en la mayor empresa pública que tenemos, que es el Gobierno de España, permitimos tanto absentismo, tanto pasotismo, tantas faltas de respeto entre sus señorías, tanta falta de educación, tantas meteduras de pata, tanto abuso de poder, tanta violación continuada de la palabra Democracia?¿Hasta cuándo soportaremos tanto humo y tanta bruma?Tenemos derecho a habitar una realidad más clara. Aunque sea dura, aunque sea trágica. Pero sin enredos, sin manipulación, sin tener que seguir aguantando que aquellos que en realidad no sirven para nada, nos traten de dar lecciones de algo a los que estamos costeando con nuestros impuestos y nuestra paciencia sus continuas incompetencias.Estrella PisaPsicóloga col. 13749