Cuando un hecho comienza a repetirse con cierta frecuencia, se puede hablar de cualquier cosa menos de casualidad. Tampoco se puede culpar al azar si el evento se sucede en el tiempo, sobre todo si analizando la historia se observa una cierta tendencia. Por la quinta fecha de las Eliminatorias Sudamericanas, Venezuela empató 1-1 con Uruguay en el mítico estadio Centenario y comparte con su rival el tercer lugar de la clasificación. Le guste a quien le guste y le moleste a quien le moleste, el resultado no fue una sorpresa: el seleccionado venezolano ha evolucionado, ya no es el más débil del subcontinente y tiene grandes chances de dejar de ser el único país de la región que nunca disputó un Mundial.
Salomón Rondón fue el autor del empate el último sábado
Desde sus inicios en las Eliminatorias, en la previa a Inglaterra 66, la Vinotinto se había acostumbrado a base de derrotas a ser la Cenicienta del grupo. La diferencia de nivel, sobre todo con las potencias, era más que evidente, y el conjunto caribeño apenas obtenía aislados empates y esporádicos triunfos. Para graficar esto, bien vale remontarse a la antesala a Francia 98, donde debutó el actual sistema de todos contra todos. Allí, Venezuela finalizó en el último lugar con apenas 3 puntos, producto de igualdades como local ante Chile, Bolivia y Ecuador.

Rafael Dudamel, figura de la Vinotinto en épocas de vacas flacas
La mayoría señala a José Omar Pastoriza como la piedra fundamental del crecimiento venezolano. A pesar de que los resultados oficiales que obtuvo como entrenador entre 1999 y 2000 no fueron buenos (12 derrotas en 13 encuentros entre Copa América y Eliminatorias), los analistas coinciden en que los méritos del Pato fueron cambiar la mentalidad de los futbolistas, introducir la disciplina y la estrategia y formar a los técnicos que luego lo sucederían.

Pastoriza fue el iniciador de la transformación venezolana
Con Richard Paéz, el siguiente técnico, la situación mejoró. El equipo dejó de tomar los fracasos como algo natural, comenzó a jugar de igual a igual ante sus contrincantes, y los resultados poco a poco empezaron a llegar. Ya no terminó último en el camino a Corea-Japón 2002, subió otro peldaño antes de Alemania 06 (fue octavo) y en la Copa América que organizó en 2007 se dio el gusto de avanzar de fase por primera vez, antes de caer en cuartos de final con Uruguay.
El progreso continuó de la mano de César Farías, el actual conductor. En las Eliminatorias para Sudáfrica 2010, apenas dos puntos separaron a la Vinotinto de Uruguay, que consiguió el quinto lugar, ganó el repechaje y terminó llegando al cuarto puesto en la cita mundialista. El año pasado, asombró a todos al alcanzar las semifinales de la Copa América. Incluso fue superior a Paraguay, pero no pudo anotar y los penales lo dejaron afuera de la definición. Para certificar que el cambio tiene futuro, en 2009 la Selección Sub-20 se clasificó por primera vez en la historia para un Mundial, y llegó a alcanzar los octavos de final.
Sin el cuco Brasil participando de las Eliminatorias por ser el organizador del Mundial, 2014 parece ser la gran oportunidad para la Vinotinto. Ya consiguió un gran impacto al derrotar a Argentina, y además del mencionado empate ante Uruguay consiguió otro muy valioso como visitante ante Colombia. Falta mucho, pero nadie le quita la ilusión a un grupo de jugadores que quiere culminar un proceso iniciado hace ya muchos años. Lo que está claro es que esta Cenicienta ya encontró el zapato y la calabaza se le convirtió en carroza. ¿Podrá terminar este cuento de hadas con un final feliz?
